La Divinidad te ha dotado de armas para hacer frente aun a los
acontecimientos más espantables. Tales armas son, entre otras, la grandeza del
alma, la fuerza, la paciencia y la constancia. Sírvete, pues, de ellas, y si no
lo haces, confiesa, en vez de lamentarte, que has arrojado las armas con lo que
te había hecho fuerte.
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