(...) El viejo no puede hacer lo que hace el joven; pero lo que hace es
mejor.
(...) Las armas más adecuadas de la vejez son siempre el arte y ejercicio
de las virtudes.
(...) La vejez no tiene límite fijo alguno, y se vive bien en ella a
cuanto puede uno cumplir con dignidad las obligaciones del propio oficio sin
preocuparse de la muerte; de lo cual resulta que la vejez es aún más animosa
que la mocedad y más valiente.
(...) No puede haber cosa más alegre y feliz que la vejez pertrechada con
los estudios y experiencias de la juventud.
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