Cada vez que contemplo las causas de esta guerra y nuestra
necesidad, tengo el convencimiento de que hoy es el día en el que vuestra unión
será el inicio de la libertad para toda Britania: pues todos nosotros
desconocemos la esclavitud pero sabemos que ninguna tierra, ni siquiera el mar,
nos resulta seguro frente a la flota romana que nos acecha. Así pues, las armas
y la guerra, que al fuerte le dan honor, incluso al débil le darán seguridad:
nuestros anteriores combates, en los que hemos luchado contra los romanos con
diversa fortuna, todavía dejan en nuestras manos la esperanza y la salvación,
dado que nosotros, los más nobles de toda Britania que vivimos en su corazón,
ni hemos visto las costas esclavizadas ni tenemos nuestros ojos contaminados
con la dominación extranjera.
Lo apartado de estas tierras y la protección de nuestra fama han
protegido hasta hoy a nuestras tribus, a nosotros que vivimos en las tierras
más alejadas y más libres: ahora los confines de Britania están abiertos y lo
desconocido suele considerarse maravilloso, pero ya no hay más pueblos detrás
nuestro, nada a excepción de rocas y mareas y hostiles romanos, de cuya
soberbia no se podría escapar con halagos y modestia. Son los saqueadores del
mundo; ahora que ya han devastado todas las tierras, miran al mar: si el
enemigo es rico, son avaros; si es pobre, ambiciosos, porque no los han saciado
ni sus conquistas a Oriente ni a Occidente.
Son los únicos que desean las
tierras ricas y pobres por igual: robar, asesinar, saquear es su definición
para ese falso imperio; donde lo arrasan todo, dicen que hacen la paz.
La naturaleza ha querido que,
para cada uno de nosotros, sus hijos y sus allegados sean los más queridos:
ellos con sus levas nos los roban para hacerles servir en cualquier otro lugar;
nuestras mujeres y hermanas, aunque escapen a la lujuria de los enemigos, son
mancilladas bajo el nombre de la amistad y la hospitalidad; nuestros bienes y
nuestras fortunas se los lleva el tributo, nuestros campos y cosechas, las
provisiones de las tropas y nuestros cuerpos y nuestras manos se ajan mientras
les servimos talando bosques y desecando marismas entre sus azotes e insultos.
Los que nacen esclavos únicamente son vendidos una vez y, además, su amo los
alimenta; Britania compra cada día su esclavitud y cada día la alimenta. Y al
igual que en una casa el esclavo más nuevo es el objeto de las burlas de los
demás esclavos, así nosotros, los nuevos y más prescindibles, estamos
condenados a nuestra destrucción en un mundo acostumbrado a la esclavitud.
No tenemos ni campos ni
metales ni puertos en los que podamos sobrevivir trabajando. Además, la
valentía y la fiereza de los conquistados no es del gusto de los conquistadores
y nuestras tierras apartadas y alejadas, que nos han mantenido seguros, ahora
nos convierten en sospechosos. Así, cobrad ánimos en nuestra situación
desesperada: tan querida les es a algunos la gloria como la salvación. Los
brigantes, con una mujer al mando, quemaron una colonia, tomaron los
campamentos y, si su buena fortuna no los hubiera vuelto estúpidos, habrían
podido librarnos del yugo romano: nosotros vamos a la guerra indómitos y
enteros, libres y no arrepentidos: demostremos desde el principio del combate
qué hombres guardaba Caledonia
( Tácito en " Vida y muerte de Julio Agrícola" )
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