(...) A nadie le está permitido adueñarse de la conversación como de una
posesión propia y sobre la que tuviera derecho exclusivo.
(...) Debe notarse hasta qué punto divierte la conversación; y que así
como ha precedido algún motivo para entrar en ella, lo haya también para darle
fin.
(...) El que pueda hablar consigo mismo no buscará la conversación de
otro.
(...) Es preciso cuidar mucho de no agotar un tema hasta hacerlo
fastidioso para quienes escuchan, y hay que saber empezar y poner término a una
conversación.
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