lunes, 29 de octubre de 2018

CLAUDIO DESCRIBE A SU TÍO EL EMPERADOR TIBERIO



Creo que en este momento debería describir su aspecto personal. Era de elevada estatura, cabellos negros, piel blanca, corpulento; tenía un par de magníficos hombros, y manos tan fuertes, que podía partir con ellas una nuez o perforar una dura manzana verde con el pulgar o el índice. Si no hubiese sido tan lento en sus movimientos, habría podido ser campeón de pugilismo. En una ocasión mató a un camarada en un encuentro amistoso -a puño limpio, no con los habituales guantes de metal-, con un golpe en la sien que le fracturó el cráneo. Caminaba con el cuello levemente inclinado hacia adelante y la mirada clavada en el suelo. Su rostro habría sido hermoso si no hubiese estado desfigurado por tantos granos y si no hubiera estado perpetuamente ceñudo. Sus estatuas lo representan como un hombre de suma belleza porque omiten esos defectos. Hablaba poco, y eso con lentitud, de modo que en una conversación con él siempre surgía la tentación de terminar sus frases y contestarlas, todo en uno. Pero cuando quería era un impresionante orador público. Se volvió calvo muy joven. Sólo le quedó un poco de cabello en la nuca, que se dejó largo, según la moda de la antigua nobleza. Jamás estuvo enfermo.
 
Tiberio, a pesar de lo impopular que era en la sociedad romana, fue sin embargo un general de mucho éxito. Revivió varias antiguas severidades disciplinarias, pero como no escatimaba sus propios esfuerzos durante las campañas, como pocas veces dormía en una tienda, y no comía ni bebía nada mejor que sus soldados, y siempre conducía el ataque en el combate, preferían servir a sus órdenes y no a las de algún general bonachón y de fácil trato en cuya jefatura no tuviesen la misma confianza. Tiberio nunca ofreció a sus hombres una sonrisa ni una palabra de elogio, y a menudo los hacía marchar y trabajar en exceso. "Que me odien -dijo una vez-, siempre que me obedezcan."
 
Mantenía a los coroneles y oficiales del regimiento en un orden tan estricto como a los soldados, de modo que no había quejas en cuanto a parcialidades. El servicio bajo Tiberio era provechoso. Por lo general se las arreglaba para capturar y saquear los campamentos y ciudades del enemigo. Libró con éxito guerras en Armenia, Partia, Alemania, España, Dalmacia, los Alpes y Francia.


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