domingo, 12 de agosto de 2018

EL CRISTIANISMO CAUSÓ LA CAÍDA DEL IMPERIO ROMANO



En tanto en cuanto la felicidad en una vida futura es el gran objetivo de esta religión, podemos aceptar sin sorpresa ni escándalo que la introducción —o al menos el abuso— del Cristianismo tuvo una cierta influencia en la decadencia y caída del Imperio romano. El clero predicó con éxito doctrinas que ensalzaban la paciencia y la pusilanimidad; las antiguas virtudes activas [virtudes republicanas de los romanos] de la sociedad fueron desalentadas; los últimos restos del espíritu militar fueron enterrados en los claustros: una gran proporción de los caudales públicos y privados se consagraron a las engañosas demandas de caridad y devoción; y la soldada de los ejércitos era malgastada en una inútil multitud de ambos sexos [frailes y monjas, esta opinión sobre ellos era habitual en el público inglés del s. XVIII] capaz sólo de alabar los méritos de la abstinencia y la castidad.

 

La fe, el celo, la curiosidad, y pasiones más terrenales como la malicia y la ambición, encendieron la llama de la discordia teológica. La Iglesia —e incluso el estado— fueron distraídas por facciones religiosas cuyos conflictos eran muchas veces sangrientos, y siempre implacables; la atención de los emperadores fue desviada de los campos de batalla a los sínodos. El mundo romano comenzó, pues, a ser oprimido por una nueva especie de tiranía, y las sectas perseguidas se convirtieron en enemigos secretos del estado.

 

Y sin embargo, un espíritu partidista, no importa cuán absurdo o pernicioso, puede ser tanto un principio de unión como de desunión. Los obispos, desde ochocientos púlpitos, inculcaban al pueblo los deberes de la obediencia pasiva buscada por el legítimo y ortodoxo emperador; sus frecuentes asambleas y su perpetua correspondencia los mantenían en comunión con las más distantes iglesias; y el temperamento benevolente de los Evangelios fue endurecido, aunque confirmado, por la alianza espiritual de los católicos.

 

 La sagrada indolencia de los monjes era con frecuencia abrazada en unos tiempos a la vez serviles y afeminados; pero si la superstición no había supuesto el fin de los principios de la República, estos mismos vicios [la servilidad y el afeminamiento] habrían llevado a los indignos romanos a desertar de ellos.

 

Los preceptos religiosos son fácilmente obedecidos por aquellos cuyas inclinaciones naturales les llevan a la indulgencia y la santidad; pero la pura y genuina influencia del Cristianismo puede hallarse, si bien de forma imperfecta, en los efectos que el proselitismo cristiano tuvo sobre los bárbaros del norte. Si la decadencia del Imperio romano se había acelerado con la conversión de Constantino, al menos su religión victoriosa redujo en algo el estrépito de la caída, y rebajó el feroz temperamento de los conquistadores.

( EDWARD GIBBON )








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