Babrio
o Valerius Babrius fue un poeta latino que vivió en Siria y escribió en griego
fábulas a fines del siglo I d. de C. y comienzos del II.
Algunos
rasgos de su métrica y el nombre Babrius, por lo general aplicado a los
libertos, confirman que era de origen latino o romano. Vivió posiblemente en
Siria, donde habría sido preceptor de los hijos de un reyezuelo helenizado,
pero su nomen, Valerius, era romano. Poseía una cultura muy extensa: en sus
versos hay reminiscencias de Homero, Hesiodo, Semónides, Teognis, Píndaro,
Safo, Sófocles, Eurípides, Esquilo y Aristófanes, y lo que es más interesante y
desconcertante, también conocía los Setenta, la literatura judeoalejandrina y
poetas tardíos (Opiano, en concreto). En el siglo II adaptó cien fábulas de
Esopo a la forma del verso coliámbico, más adecuada para la sátira, y llegaron
a confundirse con las originales, de suerte que ya en vida suya empezó a ser
imitado. En el siglo III ya era un autor conocido. En el siglo IV Aviano
reelaboró cuarenta y dos fábulas de Babrio poniéndolas en dísticos.
No se
conocían de él nada más que algunos fragmentos (publicados por Franz Xavier
Mayer en Múnich, 1816) cuando en 1843 el griego Minoides Mynas encontró en el
monasterio de Santa Laura del monte Athos un manuscrito que contenía 123
fábulas. Jean François Boissonade de Fontarabie ofreció la editio princeps en
París, 1844. Johann Caspar von Orelli, Karl Lachmann (este en Berlín, 1845), y
Théobald Fix publicaron después ediciones críticas; Léon Boyer dio una
traducción en verso francés. George Cornewall Lewis publicó en Londres, en
1859, una segunda colección atribuida a Babrio que contenía 95 fábulas nuevas y
un prefacio, cuyo manuscrito fue copiado por Mynas en el monte Athos en 1857,
ya que los monjes no quisieron venderlo; se discute todavía sobre si esta
colección es falsa. Seis fábulas más vieron la luz gracias a P. Knoll, quien
las leyó en una manuscrito de la Biblioteca Vaticana, y fueron editadas por A.
Eberhard.
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