Honorables
cónsules, pretores, ediles, tribunos de la plebe y padres conscriptos del
Senado, ¡no quiero ser Rey de Roma, ni nada parecido!. Os he convocado para informaros de que esos
honores que insistís en otorgarme deben cesar de inmediato. Está bien que el
dictador de Roma reciba ciertos honores, pero únicamente los honores apropiados
para un hombre. ¡Un hombre! Un miembro corriente de la gens humana,
no un dios ni un rey. Hoy algunos de vosotros me habéis presentado unos honores
que infringen nuestro mos maiorum y a nivel público me parecen de
extremado mal gusto. Nuestras leyes están grabadas en bronce, no en plata, y de
bronce deberán ser todas las leyes. Las vuestras eran de plata con
inscripciones de oro, dos metales preciosos que tienen otros usos mucho más adecuados
que las placas de leyes. He ordenado que las destruyan y que el metal sea
devuelto al Erario.
Padres
conscriptos, quiero advertiros que estas señales ridículas de adulación deben terminar.
No las he pedido, no las deseo y no pienso aceptarlas. Éste es mi dictado y
será obedecido. ¡Esta Cámara no aprobará ningún decreto que pueda interpretarse
como un intento para coronarme rey de Roma! Tal título fue abrogado cuando
nació la República, es un título aborrecible. ¡Yo no necesito ser rey de Roma!
Soy el dictador de Roma, legalmente nombrado, y eso es todo lo que voy a ser.
Eso
es todo lo que tenía que decir sobre la cuestión de los honores. Sin embargo,
para subrayar
mi intención, para demostraros a todos de forma concluyente que no soy más que
un hombre, un romano, y no deseo absolutamente nada más de lo que mi rango me
otorga, ahora mismo voy a despedir a mis veinticuatro lictores. Los reyes
necesitan guardaespaldas y los lictores de un magistrado curul representan el
equivalente republicano de los guardaespaldas. Por lo tanto, voy a desplazarme
a mis asuntos oficiales sin ellos siempre que esté dentro de un radio de dos kilómetros
de Roma.
Ya sé
que pensaréis que despedir a los propios lictores es ilegal. Pero no son las fasces
ni quienes las portan quienes dan poder a un magistrado curul. Ese poder
reside en la lex curiata. Hoy es un día laborable, así que id a atender
vuestros asuntos. Pero recordad lo que he dicho. En ninguna circunstancia
aceptaré la idea de dirigir Roma como rey. Rex es una palabra, nada más. César
no necesita ser Rex. Ser César es suficiente. Gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario