En la
mitología romana, los genios (en latín genius, plural genii, relacionado con
gen-itus, γί-γν-ομαι, ‘generador’ o ‘padre’) eran espíritus
protectores, análogos a los ángeles guardianes invocados por la Iglesia de
Roma.
La
creencia en estos espíritus se dio tanto en Roma como en Grecia, donde fueron
llamados δαίμονες, démones, y parece que se creyó en ellos desde los tiempos más antiguos.
Sin embargo, los romanos parecen haber recibido esta influencia acerca de los
genios de parte de los etruscos.
Los
genios romanos son confundidos frecuentemente con los Manes, Lares y Penates,
teniendo de hecho una característica común, la de proteger a los mortales, pero
también parece ser ésta su diferencia principal, ya que los genios son los
poderes que producen la vida (dii genitales), un principio de fecundidad y
acompañan al hombre en ella como su segundo o propio espíritu, mientras los
otros poderes no comienzan a ejercer su influencia hasta que la vida, el
trabajo de los genios, ha empezado.
Cada
humano obtenía (sortitur) un genio en su nacimiento. Horacio describe este
genio como vultu mutabilis, de donde puede inferirse que o bien concebía el
genio como amistoso hacia una persona y hostil hacia otra, o bien que se
manifestaba a la misma persona de formas diferentes en momentos diferentes, es
decir, a veces como un genio malo y a veces como uno bueno.
Esta última suposición se ve confirmada por la
afirmación de Servio acerca de que en nuestro nacimiento obtenemos dos genios,
uno que nos lleva al bien y otro al mal, y que en nuestra muerte por su
influencia ascendemos a un estado de existencia más elevado o bien somos
condenados a uno inferior. El espíritu que se aparecía a Casio, diciendo «Nos
volveremos a encontrar en Filipos» es calificado expresamente de espíritu
malvado, κακοδαίμως.
Los
genios no sólo estaban conectados al hombre, sino a cualquier ser vivo y lugar.
Por tanto, cada genio estaba asignado a hogares, tribus, familias, personas o
lugares individuales, como viviendas, puertas, calles o barrios. La jerarquía suprema de los dioses romanos,
como la de los griegos, fue modelada como si fuese una familia humana, que
contaba con un padre, Júpiter ("dios padre"), que en una sociedad
patriarcal también era la suprema divinidad y una madre, Juno, la reina de los
dioses.
Estas
unidades supremas se subdividieron en genios (genii) para cada familia, por lo
que el genio de cada mujer, representando el poder doméstico femenino de
reproducción doméstica, era un juno. La función masculina, por tanto, era un
júpiter. Todos estos espíritus serían como emanaciones de las grandes
divinidades. Los junos era adorados bajo muchos títulos: Iugalis (que protegía
el matrimonio), Matronalis (a las mujeres casadas), Pronuba (a las novias) o
Virginalis (a la virginidad).
Como
espíritus protectores, se propiciaban también para proteger a los niños, tanto
en su nacimiento como en su crianza. Así Cuba ("acostarse a dormir"),
Cunina ("de la cuna") y Rumina ("de la lactancia materna").
En cualquier caso, si los genios no realizaban adecuadamente su función, el
niño estaría en peligro.
Se
han descubierto en Pompeya cientos de lararia o santuarios familiares, situados
generalmente en el atrio, cocina o jardín, donde el humo de las ofrendas podía
alcanzar directamente el cielo. Un lararium era distinto al penus
("dentro"), otro santuario donde se situaban los penates, divinidades
asociadas a las despensas. Cada lararium disponía de un panel al fresco con el
mismo tema: principalmente, una figura en cada extremo (Lares) asisten a una
figura central (el genio de la familia), o dos figuras (genio y juno), que
pueden o no, estar en un altar. En primer plano, una o dos serpientes
arrastrándose hacia el genio por una pradera.
Servio
Honorato escribe que los genios locales, cuando se hacían visibles, aparecían
con la forma de una serpiente, es decir, el símbolo de la renovación o la nueva
vida. Todavía en Campania y Calabria se conserva la antigua creencia de que
mantener una serpiente en casa es propiciatorio, pues está vinculado con el
genio. En otro fresco hallado en la Casa del Centenario, la serpiente en la
pradera, aparece bajo la representación del Monte Vesubio con la inscripción
Agathodaimon, "el buen demon", en donde demon debe considerarse como
el equivalente griego del genio romano.
Cada
hombre de Roma tenía su propio genio, a quien adoraba como sanctus et
sanctissimus deus, especialmente el día de su cumpleaños, con libaciones de
vino, incienso y guirnaldas de flores. El lecho nupcial era consagrado al
genio, a causa de su relación con la engendración, y la propia cama era llamada
lectus genialis. También se le ofrecían sacrificios en otras ocasiones alegres,
y no era raro llamar a la satisfacción de las diversiones genio indulgere,
genium curare o placare.
Los
genios también solían ser representados como seres alados, y en los monumentos
romanos comúnmente aparecen como jóvenes vestidos con toga, con una pátera o
cornucopia en las manos y la cabeza cubierta, tomando los genios locales la
forma de una serpiente comiendo una fruta situada ante ella.
El
conjunto total del pueblo romano tenía también su propio genio, que a menudo
aparecía representado en monedas de Adriano y Trajano. Se le adoraba en ocasiones
tristes y alegres, así, por ejemplo, se le ofrecieron sacrificios (majores
hostiae caesae quinque) al principio del segundo año de la guerra de Aníbal.
MONEDAS DE LOS GENIOS:
ESCULTURAS DE LOS GENIOS:
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