(...) Diógenes solía decir que él excedía en mucho al rey de los persas en
felicidad, porque no le faltaba nada, mientras que el rey de los persas nunca
tenía bastante; y que él no deseaba deleites, de los cuales nunca podría
saciarse, al paso que el rey jamás podría conseguir los que él disfrutaba.
(...) No consiste la felicidad en la alegría, ni en la lascivia, ni en la
risa o en la burla, compañeras de la ligereza, sino que reside muchas veces en
la triste firmeza y constancia.
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