Jenofonte (c. 430-c. 355 a.C.),
historiador, militar y filósofo griego, sus trabajos contribuyen en gran medida
al conocimiento de los avatares de Grecia y Persia durante siglo IV a.C.
Nacido en
Atenas, hijo de un caballero ateniense, fue discípulo de Sócrates. En el
401 a.C. se alistó en un ejército de mercenarios griegos al servicio de
Ciro el Joven, príncipe de Persia, y tomó parte en la campaña contra el hermano
de éste, el rey Artajerjes II. Tras la muerte de Ciro, en la batalla de Cunaxa,
los oficiales al mando de los mercenarios griegos fueron asesinados a traición
por el sátrapa persa Tisafernes. Jenofonte, que estaba entre los nuevos
oficiales elegidos para mandar el ejército griego, un total de 10.000 hombres
sin dirigentes en el centro del hostil Imperio persa, asumió la dirección de la
retirada y puso a sus hombres a salvo en la antigua colonia griega de
Trebisonda (en turco Trabzon, actualmente en Turquía), en el mar Negro, tras
una marcha de 2.414 km que duró cinco meses. Su triunfal supervivencia se
ha atribuido principalmente al ingenio, previsión y tacto de Jenofonte. En su
libro más celebre, la Anábasis, narra la retirada a través de un país
desconocido, luchando en medio de los obstáculos desalentadores del terreno y
del tiempo contra enemigos salvajes y la falta de provisiones.
Desde
Trebisonda, Jenofonte y los ‘diez mil’ (como eran conocidos estos mercenarios
griegos) se dirigieron a Bizancio (actual Estambul, en Turquía). Poco después
de su llegada, entraron al servicio de los sátrapas persas de Asia Menor. El
rescate que consiguió por un rico prisionero persa en esta campaña le permitió
vivir cómodamente el resto de su vida. En el 394 a.C. regresó a Grecia,
como miembro de la corte del rey de Esparta Agesilao II. Con él participó
en la batalla de Coronea, en la que los espartanos derrotaron a los atenienses
y a sus aliados tebanos. Los atenienses se vengaron de Jenofonte condenándole
al destierro como traidor. El gobierno espartano le regaló una finca en Escilo,
junto a Olimpia, donde vivió durante veinticuatro años. Cuando el poder militar
de Esparta se hundió en Leuctra, en el 371 a.C., fue expulsado de Escilo.
Atenas derogó el bando de exilio contra su persona, pero en lugar de regresar a
Atenas, al parecer pasó el resto de su vida en Corinto.
Además de
la Anábasis, sus escritos más importantes son: las Helénicas, una
continuación de la Historia de la guerra del Peloponeso de Tucídides que
cubre el periodo del 411 al 363 a.C.; Ciropedia, una biografía
idealizada de Ciro II el Grande, y Acontecimientos memorables,
recuerdos de Sócrates y conversaciones socráticas. También escribió un elogio
de Agesilao, un grupo de tratados políticos y económicos, una serie de ensayos
sobre equitación, caza y guerra de caballería, y varios diálogos socráticos.
Como
militar, orador, filósofo, ensayista e historiador, fue el prototipo del
erudito ateniense. Sin embargo, encontró más agradable la forma de vida austera
espartana que el espíritu democrático de su Atenas natal. Las fuertes
tendencias proespartanas y la exageración de los hechos rebajan el valor de sus
obras históricas. Sus escritos socráticos revelan una mentalidad que no llegó a
comprender totalmente la filosofía de su maestro, y sus propias ideas en
general son moralistas y vulgares. La sinceridad y el sentido común son sus
mejores características. Su estilo es simple, elegante y sencillo y se le
considera un maestro de la exposición clara. Su obra Anábasis, es uno de
los primeros libros que suelen leer los estudiantes de la lengua griega.
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