domingo, 18 de diciembre de 2022

CARTA DE JULIANO EL APÓSTATA A LOS ALEJANDRINOS

El Emperador César ]uliano Magno Augusto al pueblo de los Alejandrinos:

 

Si no respetáis a vuestro fundador Alejandro, y, todavía más que a él, al grande y sacratísimo Serapis, ¿cómo no habéis hecho ningún caso del bien público, ni de la humanidad ni de las conveniencias, y añadiría que tampoco de mí mismo, a quien los dioses, y especialmente el gran Serapis, concedieron el derecho de regir el mundo, y a quien debierais dejar el cuidado de juzgar a vuestros opresores?.  Tal vez os arrastraran la ira y la rabia, que suelen "cometer cosas terribles tras expulsar a la razón".  Tras reprimir vuestro primer impulso, echasteis a perder luego, con vuestro desprecio a las leyes, la sabia decisión que habíais adoptado en un primer momento y no os avergonzasteis, como pueblo, de intentar los mismos hechos que os hacían odiosos a vuestros perseguidores.  Decidme, por Sarapis: ¿por qué injusticias odiabais a Jorge? Me diréis que porque excitó a Constancio, de feliz memoria, contra vosotros, y porque, además, introdujo las tropas en el recinto sagrado, y porque el general de Egipto, al ocupar el sacratísimo templo del dios, lo despojó de las imágenes, las ofrendas y los ornamentos. Además, como que os indignasteis con razón e intentasteis proteger al dios, o mejor, los tesoros del dios, se atrevió a lanzar contra vosotros a sus soldados, injusta, ilegal e impíamente, obrando, probablemente, mas por miedo a Jorge que a Constancio, ya que el obispo ,le vigilaba porque os trataba desde hacía tiempo moderadamente y de acuerdo con la constitución, y no de manera tiránica.

Furiosos por todo ello contra Jorge, enemigo de los dioses, profanasteis una vez mas la ciudad sagrada, cuando podíais dejar al culpable a merced del voto de los jueces. Así no hubiera habido asesinato ni crimen y el regular curso de la justícia, poniéndoos al abrigo de cualquier reproche, hubiera castigado al autor de estos imperdonables sacrilegios y dado una lección a cuantos desprecian a los dioses y no tienen en nada ciudades como ésta y pueblos florecientes, sino que, despreciando su poderío, los abruman con su crueldad.

Comparad esta carta con la que os había enviado antes y notad la diferencia. ¡Cómo os elogiaba entonces!.  Ahora, aunque, por los dioses, quisiera alabaros, no puedo por culpa de vuestra falta. ¡Un pueblo se atreve a destrozar a un hombre, como los perros a un lobo, y encima no se avergüenza de presentar a los dioses unas manos ensangrentadas!. "Pero Jorge merecía el castigo que recibió." Sí, y pienso que otro peor y mas cruel aún. "Por nuestra causa' , diréis tal vez. Estoy de acuerdo. Pero si decís: "De nuestras propias manos", no lo apruebo. Tenéis leyes que cada cual debe honrar y amar. Y si ocurre de vez en cuando que alguno las infringe, la comunidad debe conservar la legalidad y observaría y no transgredir las instituciones sabiamente establecidas desde un principio.

Habéis tenido suerte, Alejandrinos, de haberos hechos reos de un crimen tal durante mi reinado. Pues, por veneración al dios y por consideración a mi tío y homónimo, que gobierna Egipto y vuestra ciudad, tengo para con vosotros un paternal aprecio. Estad seguros de que una autoridad celosa de su prestigio, un gobierno severo y rígido, no cerraría los ojos ante las faltas de un pueblo desvergonzado, sino que curaría una penosa enfermedad con un remedio mas duro todavía. Pero yo, por las causas de que ya os he hablado, prefiero usar un tratamiento mas suave: una exhortación y unos razonamientos. No creo que nada surta mejor efecto en vosotros, si, como he oído decir, sois griegos de viejo abolengo y este timbre de gloria ha dejado sus rasgos hasta el día de hoy en vuestro espíritu y costumbres.

Entregad esto a mis ciudadanos de Alejandría.




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