domingo, 9 de diciembre de 2018

ENCUENTRO ÍNTIMO CLEOPATRA-CÉSAR EN ROMA




César, sentado en una silla junto a los pies de la cama, no la miraba a ella, sino que tenía la mirada perdida a lo lejos como a veces hacía. Aunque la habitación no estaba iluminada, se veía claramente que era él. El corazón le dio un vuelco a Cleopatra, su amor por él le salió a borbotones en un torrente de emoción, junto con un terrible dolor. No es el mismo. Inconmensurablemente más viejo, muy cansado. Su belleza es tal que perdurará después de la muerte, pero ha perdido algo. Sus ojos siempre fueron claros, pero ahora sus iris tienen un tono muy pálido y contrastan más con el aro negro que los rodea. De pronto, a Cleopatra todo su rencor y su irritación se le antojaron insignificantes; esbozó una sonrisa, fingió despertar y verlo, y levantó los brazos en un gesto de bienvenida. No soy yo quien necesita auxilio.

 

César la miró, le dirigió su maravillosa sonrisa y al levantarse se quitó la toga que lo envolvía. A continuación la rodeó con los brazos, aferrándose a ella como un náufrago a una tabla. Se besaron, primero como si exploraran la suavidad de los labios, luego profundamente. No, Calpurnia, él no es así contigo. Si lo fuera, no me necesitaría, y me necesita desesperadamente. Lo percibo en todo el cuerpo y respondo a él con todo el cuerpo.

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