viernes, 3 de abril de 2015

DOS COLOSOS DE ROMA





Impresiona ver los bustos de esos dos romanos con el rostro fuertemente tenso: Se tratan de Cayo Mario, y de Lucio Cornelio Sila. La mirada tensa y el entrecejo fruncido en vertical, indican la enorme energía que desprendían en su lucha diaria por la supervivencia, con todo su desgaste físico y mental. 




Ambos fueron buenos aliados y colaboradores en la lucha contra Yugurta, el rey de Numidia, y en las reiteradas luchas de poner freno a la invasión de los germanos que amenazaba en arrasar Roma, pues el espacio germano de más allá del Rhin estaba superpoblado y su población necesitaba expandirse hacia el sur. Pero luego se hicieron enemigos irreconciliables al conspirar Cayo Mario, junto con otros personajes como los cónsules Cinna (suegro de un joven Cayo Julio César) y Carbon, contra el consulado legítimo de Lucio Cornelio Sila, cuando este estaba en el Ponto en la guerra contra Mitridates.




Los rostros indican algo de la fisonomía física, aunque se sabe que ambos como personas de marcado carácter marcial poseían un cuerpo atlético y fibroso, aunque esta forma atlética se le nota mucho más pronunciada en Sila, y eso que se dice que era homosexual, una desviación muy mal vista entre los romanos y casi considerada como un crimen. Guerras en las que se jugaban la supervivencia de la propia Roma, guerras en el extranjero, las guerras sociales alrededor de la propia Roma, y demás conspiraciones, suponían una lucha por la supervivencia llegada a su máximo extremo. Estas luchas habían costado cientos de miles de vidas y toda suerte de matanzas en distintos bandos. Tan colosal desgaste físico y mental les llevaría a ambos a morir de enfermedad aunque llegaron a longevos para la época que les tocó vivir, y eso que habían sido unos hombres tremendamente sanos y fuertes. Después de un par de infartos y de un ataque de locura seguido de un derrame cerebral en su último de sus siete consulados, que duró pocos días, acabó finalmente con la vida de Cayo Mario. Lucio Cornelio Sila, que llegó a Dictador, retirado de la política y hastiado de todo, se daría a toda clase de lujurias y vicios con la que buscar nuevos estímulos y excitaciones, lo que deterioraría su salud corrompiéndola día a día, aunque seguía gobernando desde la sombra. Tocado de enfermedades infecciosas, su muerte sería lenta y terrible, quedando casi como una momia en aquel cuerpo que en su día había sido más propio de una escultura del dios Marte.




Quizás los rostros de ambas esculturas dicen y reflejan todo de lo que fue la intensa vida de ambos personajes.




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