viernes, 1 de agosto de 2014

LOS PROBLEMAS DE PAREJA EN LA ANTIGUA ROMA



Durante la época republicana de la antigua Roma existía la tradición entre los senadores de acudir a la asamblea acompañados de sus hijos pequeños de forma que éstos pudieran tomar contacto con la política y mejorar su conocimiento de ella. Según el filósofo romano Macrobio tal costumbre llevó a que acabase produciéndose un hecho inaudito.


Estando el Senado discutiendo sobre un asunto de gran importancia y viendo que iba a ser imposible tomar una decisión durante ese día, sus miembros acordaron suspender las deliberaciones y continuar con ellas la jornada siguiente, resolviendo, además, que nadie debería comentar el asunto hasta que este fuera solventado.


Pero cuando Papirio, hijo del senador del mismo nombre, volvió a su casa se encontró con las preguntas directas de su madre que intentaba averiguar cuál había sido el tema tratado en la curia. Al responder el niño que no podía contestar pues existía la prohibición expresa de hablar al respecto, la curiosidad de su progenitora aumentó aún más. Tal fue la forma de presionarle que Papirio inventó una historia para dar satisfacción a su deseo de saber:


"El Senado estaba debatiendo sobre si sería adecuado, con tal de favorecer la estabilidad y armonía en los matrimonios, que la poligamia fuese permitida"


Pero con esa argucia los problemas para Papirio en lugar de resolverse no habían hecho más que empezar...



Su madre entró en estado de shock al conocer el "secreto".


Los temas legales y políticos relacionados con la familia, los derechos de la mujer y el matrimonio solían generar fuertes polémicas entre la opinión pública. 


Aulo Gelio narra una de ellas en su obra "Noches áticas" en concreto el escándalo causado por el  discurso del censor Metelo Numídico, cuando, para promover el matrimonio entre los jovenes, se le escuchó decir:

"Quirites, si pudiésemos estar sin mujeres todos nos evitaríamos ese fastidio; pero como la naturaleza humana ha dispuesto que no podamos vivir con ellas con bastante comodidad, ni sin ellas de manera ninguna, debemos mirar más por la conservación eterna que por un breve momento de placer"


Las palabras de Metelo causaron estupor y rechazo en la sociedad puesto que, más que fomentar el matrimonio, parecían promover lo contrario. Solo Tito Castricio salió en su defensa ya que Numídico había hablado rectamente y desde el corazón, dando un argumento verdadero para el matrimonio: luchar por la supervivencia de Roma y la seguridad de sus ciudadanos.


Tito Livio narra también en su "Historia de Roma" los graves enfrentamientos políticos, tras el final de la Segunda guerra púnica, entre los magistrados conservadores y aquellos bajo la influencia del helenismo respecto a la derogación de la ley que prohibía de forma expresa a las mujeres la ostentación y el despilfarro.


La expectación entre el pueblo era de tal volumen, que los ciudadanos acudían, incluso desde fuera de la ciudad y se amontonaban alrededor de los lugares en que los magistrados deliberaban, atreviéndose algunos, incluso, a presionarles.


No era extraño, por tanto, que la madre del joven Papirio quedase impactada por su confidencia. Presa del temor y del nerviosismo corrió a divulgar la noticia entre otras mujeres de la nobleza, mujeres que, a su vez, hicieron lo propio, generando por el camino un gran escándalo.


Al día siguiente, cuando los magistrados acudieron al Senado de nuevo para continuar con la sesión, éste se encontraba rodeado por una muchedumbre de mujeres que suplicaban contra la aprobación de una norma que permitiera a un hombre tener dos esposas. Se creó una situación de total desconcierto entre los senadores ya que no podían comprender qué estaba pasando.


El desbarajuste empezó a solucionarse cuando Papirio contó la verdad: todo se había iniciado a partir de la historia que él mismo inventó para no faltar a la promesa que había hecho al Senado de revelar las informaciones allí tratadas.



Teniendo en cuenta ese hecho y tras analizar sus implicaciones, los magistrados aprobaron una disposición por la que, a partir de ese momento, se prohibía seguir acudiendo a la asamblea a los hijos de los senadores, con la excepción de Papirio, el cual podría continuar presenciando las sesiones por la madurez demostrada durante su edad pretexta

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