¿Sabes
que estoy disfrutando con mi trabajo en Ostia velando por el correcto reparto
del grano en esos tiempos de hambruna por los que estamos pasando en esos
momentos? Aquí me tienes, con cincuenta y cinco años, calvo como un huevo y con
tantas arrugas que mi barbero ya casi no puede afeitarme, ¡y vuelvo a sentirme
como un muchacho! ¡Con qué soltura resuelvo los problemas! Recuerdo que cuando
tenía treinta años se me hacían más insuperables que los Alpes y ahora, a los
cincuenta y cinco, son como simples pedruscos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario