Para
la compra de las tierras que había asignado a mis veteranos, en mi cuarto consulado
[30 a.C.] y, luego, durante el de Marco Craso y Gneo Léntulo Augur [14 a.C.],
destiné una subvención a las municipalidades, cuyo monto ascendió, en Italia, a
600 millones de sestercios, más o menos, y a unos 260 en las provincias. Que se
recuerde, soy el primero y único que haya hecho tal cosa entre quienes fundaron
ciudades coloniales militares en Italia o en las provincias. Más tarde, bajo
los consulados de Tiberio Nerón y de Gneo Pisón [7 a.C.], de Cayo Antistio y
Decio Lelio [6 a.C.], de Cayo Calvisio y Lucio Pasieno [4 a.C.], de Lucio
Léntulo y Marco Mesala [3 a.C.] y de Lucio Caninio y Quinto Fabricio [2 a.C.],
concedí recompensas en metálico a los soldados que se habían licenciado
honorablemente y vuelto a sus lugares natales, asunto en el que invertí unos
400 millones de sestercios.
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