Los que han escrito sobre la “consagración”
de las Vestales, y entre ellos el más escrupuloso es Antistio Labeón,
han afirmado que es sacrilegio tomar a una niña menor de seis años o mayor de
esa edad, así como a una niña que no tenga padre o madre, sea tartamuda, medio
sorda o marcada por alguna tara corporal, o a una niña que se haya emancipado o
cuyo padre lo haya sido, o se encontró, viviendo su padre, bajo la potestad de
su abuelo; del mismo modo aquella cuyos padres, o uno u otro o los dos, han
sido esclavos o ejercen profesiones infamantes. Pero aquella cuya hermana ha
sido escogida para este sacerdocio tiene derecho, según dicen, de ser excluida;
igualmente, aquella cuyos padres es flamen, augur, quindecimviro elegido para
las ceremonias sagradas, septemviro epulón o salio. Se tiene también la
costumbre de conceder la dispensa de este sacerdocio a la desposada con un
pontífice y a la hija del dignatario elegido para las trompetas de las
ceremonias sagradas. Ateyo Capitón asegura, por otra parte, en sus
escritos que no se debe elegir a la hija de un hombre que no tenga su domicilio
en Italia y hay que excluir a aquellas cuyo padre tenga tres hijos. Una virgen
vestal desde que ha sido consagrada, llevada al atrio de Vesta y entregada a
los pontífices, al punto sin emancipación y sin pérdida de personalidad
jurídica sale de la potestad paterna y adquiere el derecho de redactar su
testamento. Sobre la costumbre y el rito según el cual se realiza la elección
no hay documentos de alguna antigüedad a no ser que quien fue elegida la
primera lo fue por el rey Numa. Pero hemos encontrado la ley Papia, que
prescribe que veinte jóvenes sean escogidas al arbitrio del sumo sacerdote y
que se haga una tirada a suerte entre ellas en asamblea… La tirada a suerte
prevista por la ley Papia no parece más necesaria ahora, en efecto, si
un hombre de buen nacimiento alcanza el sumo pontificado y ofrece a su hija
para el sacerdocio, puesto que se puede tener cuenta de esta candidatura sin
violar las reglas religiosas, el senado concede dispensa de la ley Papia.
( Aulo Gelio)
El texto es un extracto de las "Noches áticas" de Aulo Gelio, un jurista y escritor romano del siglo II d.C. . Es una obra variada que contiene diferentes anécdotas sobre historia, literatura, filosofía, derecho, ciencia y otros asuntos que el autor fue recopilando durante sus viajes por el Ática y por Roma. El extracto corresponde al primer libro, capítulo 12, y habla sobre la selección y el régimen de las vírgenes vestales, unas sacerdotisas consagradas al culto de la diosa Vesta en la antigua Roma.
El texto muestra una visión muy machista y excluyente hacia las mujeres. La selección de las vestales se hacía con criterios muy exigentes que descartaban a niñas con ciertas características físicas, como ser balbuciente, medio sorda o tener algún "defecto corporal". También se descartaba a las hijas de personas de oficios considerados "infames" o cuyos padres habían sido esclavos. Estos criterios reflejan una mentalidad antigua que desprecia a las mujeres y perpetúa prejuicios discriminatorios basados en el aspecto físico o la ocupación de sus padres.
Además, se mencionan exclusiones basadas en el
rango social de los padres, como los flámines, augures o aquellos que
participaban en ritos sagrados. Estos criterios impedían el acceso de las
mujeres a puestos religiosos relevantes y perpetuaban una jerarquía social que
beneficiaba a ciertos grupos. Por otro lado, el texto también menciona la
exención de ciertas restricciones para las casadas con pontífices o hijas de
dignatarios. Esto indica que, en algunos casos, el estatus social y los
privilegios familiares podían influir en la elección de las vestales, lo cual
contradice la idea de una selección basada en cualidades individuales.
El extracto también refleja la mentalidad y los valores de la sociedad romana, que exigía a las vírgenes vestales una pureza física y moral absoluta, así como una lealtad inquebrantable a su deber sagrado. Las vestales disfrutaban de un gran respeto y honor, pero también estaban sujetas a una rigurosa disciplina y control. Su castidad era esencial para el bienestar de la ciudad y su infracción se castigaba con la muerte.
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