El sol estaba ya más alto […]
haciendo que los romanos […] se sintieran exhaustos por el hambre, la sed y el
duro peso de las armas. Finalmente, nuestras líneas cedieron ante el empuje de
los bárbaros […]. Algunos cayeron sin saber quién les golpeaba, otros se vieron
sepultados por los perseguidores, y algunos perecieron por una herida causada por
los suyos […], el emperador, cuando se encontraba entre los soldados rasos,
cayó herido de muerte por una flecha, después de lo cual lanzó un último
suspiro y murió, si bien su cuerpo no fue hallado en parte alguna.
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