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domingo, 29 de enero de 2017

LA MUERTE DE QUINTO CURIO ( CÓMPLICE DEL CONSPIRADOR CATILINA )


«Se dice que fue la policía secreta de Cicerón la que ordenó su muerte. Ya es sabido que Craso, que siempre manifestó su aprecio por ambos, hizo sacrificios en los templos por sus almas respectivas, aunque se le vio reprimir una sonrisa. Julio César también se condolió públicamente de sus respectivas muertes, aunque es evidente que no estaba muy apenado. Pompeyo y Publio Clodio ni siquiera se condolieron y eso que este último era su más fiel amigo. Para la historia será siempre un misterio quién ordenó su muerte.»

( Salustio )





CICERÓN COMPARA ENTRE VIVIR EN LA CIUDAD Y VIVIR EN EL CAMPO


 


«De las ciudades surge la confusión, la locura, la imaginación desordenada, las formas grotescas, las perversiones, excitaciones, fiebres, los hombres despreocupados, trastornos y vehemencias. Pero en las aldeas, en el campo, se puede pensar más y con más fluidez, la filosofía florece como el vino y produce el fruto que da alborozo a los pensamientos de los hombres.»








EL MÉDICO PEDANIO DIOSCÓRIDES ANARZARBEO


 
Pedanio (o Pedacio) Dioscórides Anazarbeo (Anazarbus, Cilicia, en Asia Menor, c. 40 - c. 90) fue un médico, farmacólogo y botánico de la antigua Grecia, cuya obra De Materia Medica alcanzó una amplia difusión y se convirtió en el principal manual de farmacopea durante toda la Edad Media y el Renacimiento.
 
Practicó la medicina en Roma en la época del emperador Nerón. Según su propio testimonio, que figura en la carta que sirve de prólogo a su obra, fue cirujano militar en el ejército romano, con lo que tuvo la oportunidad de viajar en busca de sustancias medicinales por todo el mundo conocido.
 
Escribió una obra en cinco volúmenes, titulada De Materia Medica, precursora de la moderna farmacopea. El texto describe unas 600 plantas medicinales, incluyendo la mandrágora, unos 90 minerales y alrededor de 30 sustancias de origen animal.
 
A diferencia de otras obras clásicas, este libro tuvo una enorme difusión en la Edad Media tanto en su original griego como en otras lenguas, tales como el latín y el árabe.
 
El códice más antiguo que se conserva de la obra data de comienzos del siglo VI, y fue copiado para uso de la patricia romana Anicia Juliana, hija del emperador Anicio Olibrio.
 
Este manuscrito tiene un total de 491 folios, y casi 400 ilustraciones a página completa. En 1569 fue adquirido por el emperador Maximiliano I, y se conserva en la Biblioteca Nacional de Austria (Österreichische Nationalbibliothek).
 
 Es conocido como Codex Vindobonensis Med. Gr. 1. (Vindobona es el nombre latino de Viena) o, simplemente, como el Dioscórides de Viena.
 
La obra fue traducida por primera vez al árabe en el siglo IX, en el Bagdad abasí. En el siglo siguiente, el emperador bizantino Constantino Porfirogéneta envió el libro como presente al califa cordobés Abderramán III un ejemplar en griego, que fue traducido al árabe por un monje llamado Nicolás, con la ayuda del judío Hasdai ibn Shaprut.
 
Se imprimió por primera vez, en latín, en 1478, en Colle (Toscana) por Pedro Paduano. Fue traducido al español por Andrés Laguna.



TERCERA CARTA DE LUCIO PONCIO PILATOS A CLAUDIO TIBERIO CÉSAR


Lucio Poncio Pilatos a Claudio Tiberio César, salud.

 

Comparto contigo, César, las preocupaciones que me expresas en tu carta sobre la incapacidad de los príncipes herodianos para mantener en paz los territorios que les hemos confiado. En particular la situación en Galilea y la Perea, exige toda nuestra atención, por cuanto la población en estas regiones tiene un mayor componente judío que en el caso de las tetrarquías de Filipo o de Lysanias, que tienen mayor población de cultura griega. El tetrarca de Galilea y Perea, Herodes Antipas, parece muy poco capaz de mantener la paz en sus territorios, como prueban los sucesos de los que paso a informarte.

 

En los territorios de Antipas apareció recientemente un supuesto profeta judío de nombre Johanan. Según sus seguidores, su nacimiento había sido anunciado en sueños a su anciano padre y habría sido fruto de una especie de concepción divina, pues, según afirman, el divino niño habría sido “implantado desde lo alto” y su nacimiento milagroso anunciado por una estrella. Sus seguidores se refieren a él como “el buen pastor” y “pescador de almas”.

 

Este supuesto profeta predica la proximidad del fin de los tiempos. Según explica a sus seguidores, en el pasado ya habían ocurrido catástrofes similares a la que él vaticinaba para un futuro muy próximo. La primera fue la destrucción por agua, que narran sus libros sagrados, la segunda la destrucción por el viento que derrumbó la gran torre de Babilonia y la tercera la destrucción por el fuego que, según sus libros, destruyó las ciudades de Sodoma y Gomorra. Estos desastres siempre habrían seguido a épocas de depravación similares a la que, según Johanan, conocemos en la actualidad. La próxima catástrofe sería el resultado de la “ira de dios” y la única salvación posible, según este profeta, el arrepentimiento por las transgresiones a la ley de Moisés, la purificación mediante el bautismo y el desconocimiento de la autoridad de Antipas y de Roma, que no puede, según ellos, suplantar la obediencia debida a su único señor, Yahvé.

 

El bautismo que Johanan ofrece como única forma de salvación frente al próximo fin de los tiempos es un acto de rebeldía frente a las autoridades religiosas herodianas. Según la religión judía, los gentiles que desean adoptar su religión, están obligados a un bautismo de purificación antes de ser admitidos a compartir lo que ellos llaman los privilegios de los hijos de Abraham. Se trata de un bautismo destinado a regenerar al converso en presencia de testigos, durante el cual se leen a los bautizados partes de los libros sagrados y se le hunde completamente en el agua, lo cual significa que se ahoga su ser impío anterior para que renazca como un verdadero judío. Los judíos de nacimiento, los elegidos de dios, no están sujetos a este rito de purificación y regeneración.

 

Al bautizar a los judíos de igual forma que a los gentiles conversos, en la forma estipulada para el rito de regeneración, lo que Johanan pretende demostrar es que todo el pueblo ha pecado y ha perdido los privilegios de la alianza con su dios, a causa de la corrupción que han traído consigo los príncipes herodianos y los ocupantes romanos.

 

Según predica Johanan, dios lo ha enviado para enseñar el “camino de la ley” y liberar a los judíos de todo poder y dominio que no sean los del dios de los judíos.

 

La situación no sería tan peligrosa sino fuera por cuanto la conducta de Antipas, con sus permanentes transgresiones de la ley y de las costumbres judías, fomenta estos brotes de rebelión popular. Antipas erigió en tu nombre, César, la ciudad de Tiberiades, pero la construyó sobre un antiguo cementerio, lo cual viola las leyes sobre la pureza y la impureza de los judíos, por lo que se negaron a vivir en ella, lo que le obligó a poblarla con gentiles y vagabundos. En su palacio real mandó pintar animales, lo cual también viola las leyes judías.

 

Tal y como te comenté en mi carta anterior, César, la unión de Herodes Antipas con la esposa de su hermano Herodes Filipo (hijo de Herodes y de Miriam II), estando este vivo y sin haberla repudiado, constituyó una trasgresión grave a las leyes judías. Ya Agripa  te advirtió, César, sobre la rapacidad insaciable de este príncipe, quién lejos de aplacar a sus súbditos con una conducta moderada, los enfurece con el desenfreno de su vida privada.

 

Volviendo al mencionado Johanan, no cabe duda que representa un peligro permanente para el mantenimiento de la paz, si tenemos en cuenta sus antecedentes familiares que paso a relatarte. Recordarás, César, que en mi última carta te relataba la historia de la familia de Judas de Gamala y de su padre Ezequias , quienes en el pasado se alzaron contra Roma pretendiendo ser los legítimos herederos de la dinastía del rey David. Los hijos de Judas, de quienes no se había vuelto a saber desde que su padre fuera derrotado y crucificado durante la rebelión que se produjo durante el censo de Quirino, reaparecieron ahora, convertidos en cabecillas de un movimiento antiherodiano, en la región de Galilea, aprovechando la relatada creciente desafección de los súbditos de esta región hacia Antipas. La ciudad de Gamala, a la que también se conoce como “la montaña” y de donde proviene esta familia, sigue siendo su principal fortaleza. Gamala se sitúa en la tetrarquía de Filipo, por lo que les ofrece un refugio seguro frente a Antipas.

 

El mayor de los hermanos es precisamente Johanan y lo acompañan Judas, de quién afirman que es su hermano gemelo, Santiago y Simón, también hijos de Judas y de Myriam, quién según afirman sus seguidores sería una descendiente a la vez de David y de Aarón. Esto explica que, según proclaman sus seguidores, Johanan pueda aspirar al mismo tiempo a la suma sacrificatura, como descendiente de Aarón y a la realeza, como descendiente de David.

 

El movimiento cuenta con seguidores incluso dentro de la familia herodiana. Según mis informantes reciben apoyo financiero de la princesa Salomé, hija de Herodías y de su primer esposo, Herodes Filipo, y por tanto sobrina e hijastra de Antipas. Salomé odia a su padrastro, a quién no perdona haber arrebatado su madre a su padre y se considera discípula de Johanan, con quién, según se dice, se encuentra unida por lazos sentimentales. También otros disidentes de Antipas, como Juana, la esposa de Chuza, intendente del palacio de Antipas, acompañan a Johanan.

 

Es posible que la proximidad de gente herodiana, como la princesa Salomé o Juana con Johanan provenga de la antigua relación que existió entre ambas familias durante la época del primer Herodes, cuando esté se casó con una hermanastra de Myriam, la madre de Johanan, llamada también Myriam. Esta Myriam había conspirado ya contra el primer Herodes, por lo que fue repudiada por este y participa ahora activamente en el movimiento de Johanan, su sobrino. Seguramente los vínculos del movimiento con familiares de Antipas provienen de esta Myriam a quién llaman la hija de Cleofás; su madre, Ana, se casó en segundas nupcias, después de la muerte de Cleofás, con el hermano de este, Simón hijo de Betos, a quién el primer Herodes convirtió en sumo sacrificador después de casarse con su hijastra. Esta Myriam hija de Cleofás es por tanto a la vez la tía materna de Johanan, madre de Filipo el tetrarca y abuela de la princesa Salomé, la cual, como dije, participa en el movimiento de su pariente Johanan.

 

Johanan es descendiente por consiguiente de la dinastía de David por parte de su padre, lo cual sustenta sus aspiraciones a la realeza, de David y de Aarón por parte de su madre, lo cual le permite aspirar a la suma sacrificatura y es el primo de Filipo, lo cual le permite aspirar a la tetrarquía de este. No es de extrañar entonces el gran odio que Antipas siente por él, al punto de que, según me han contado, ha prometido matarlo, odio que parece ser mutuo pues aparentemente Johanan se refiere a Antipas como “esa zorra”.

 

Por el momento tenemos información de que Johanan y sus seguidores, perseguidos por Antipas, han buscado refugio primero en Tiro, de donde después de que Johanan fuera reconocido salieron hacia Sidón y de allí a la Decápolis.
 
Estaremos atentos a nuevas noticias de este grupo y, de producirse, os pondremos prestamente al corriente.

LA MUERTE DE SÉNECA, DEL PINTOR ESPAÑOL MANUEL DOMÍNGUEZ SÁNCHEZ




Tras esto mandó matar Nerón a Plautio Laterano, cónsul electo; tanta prisa hubo que no dieron tiempo al reo para abrazar a sus hijos ni aun para elegir la muerte. Le llevaron al lugar en que ejecutaban a los esclavos y allí fue muerto por el Tribuno Estacio; conservó hasta el último momento la constancia en no hablar y no reprochó al tribuno su complicidad en la misma conspiración. Siguió después la muerte de Séneca, con gran júbilo por parte del príncipe, no porque estuviese seguro de su participación en la conjura, sino para terminar por medio de la fuerza lo que no pudo hacer el veneno. Solamente Natal había nombrado a Séneca, diciendo que estando éste enfermo había ido a visitarle y a quejarse de que se le negase la entrada a Pisón; mejor era que los dos se encontrasen en la intimidad y cultivasen su amistad. Séneca respondió que “esas conversaciones no convenían a ningunos de los dos, pues, por lo demás, su propia salvación dependía de la de Pisón”. 

Gavío Silvano, tribuno de una cohorte pretoriana, recibió la orden de transmitir esto a Séneca y de preguntarle si reconocía las palabras de Natal y su propia respuesta. Séneca, por casualidad, o tal vez de intento, había regresado aquel día de Campania y se detuvo a cuatro millas de Roma en una de esas casa de campo. Allí llegó el tribuno al caer la tarde y rodeo la casa con un pelotón de soldados. Séneca cenaba en compañía de su esposa, Pompeya Paulina, y de dos amigos, cuando el tribuno le comunicó el mensaje del emperador. 

Séneca respondió que “Natal había venido a quejarse de parte de Pisón porque no le permitía visitarle; él se había excusado por su estado de salud y por el deseo que tenía de descansar; no tenía motivos para anteponer la salvación de un simple particular a la suya propia, tampoco tenía carácter inclinado a las adulaciones y esto mejor que nadie lo sabía Nerón, pues más veces había experimentado la libertad de Séneca que su servilismo”. 

Cuando el tribuno refirió esto a Nerón, en presencia de Popea y de Tigelino, consejeros íntimos de las crueldades del príncipe, éste preguntó si Séneca se preparaba a morir voluntariamente. Entonces el tribuno respondió que no había observado en él ningún signo de temor, ninguna señal de tristeza aparecía en sus palabras ni en su semblante. Nerón mandó volver al tribuno y comunicar a Séneca su sentencia de muerte. Cuenta Fabio Rústico que no volvió por el camino por donde había venido, sino que dio un rodeo y pasó por casa del prefecto Fenio, a quien preguntó, después de dar a conocer la obra del emperador, si debía obedecer. Fenio, con la funesta cobardía de todos, le respondió que debía cumplir la voluntad del príncipe. El tribuno Silvano era también uno de los conjurados y acrecentaba el número de los crímenes en cuya venganza había consentido. Sin embargo, tuvo el pudor de no dirigirse directamente a Séneca y de no contemplar su muerte. Mandó entrar a un centurión para que le notificase que debía morir. 

Sin dejarse turbar, pide séneca su testamente y, ante la negativa del centurión, se vuelve hacia sus amigos, diciendo que, “puesto que se le prohibía agradecer sus servicios, les deja al menos el único bien que le restaba, pero el más hermoso de todos: la imagen de su vida. Si guardaban su recuerdo hallarían en el renombre de la virtud la recompensa de su constante amistad”. Y como llorasen, Séneca les habló primero con sencillez; después, con tono más severo, les reprendió y aconsejó firmeza. Les preguntaba “qué había venido a ser sus lecciones de prudencia, dónde estaban los principios que habían meditado durante tantos años contra la fatalidad. Porque, en fin, ¿quién no conocía la crueldad de Nerón? Al martirio de su madre y de su hermano no le restaba más que ordenar también la muerte del hombre que le había educado e instruido”. 

Después de estas exhortaciones, que parecían dirigirse a todos, instintivamente estrechó a su mujer en sus brazos, un poco enternecido, a pesar de la fortaleza de su espíritu, le rogó y suplicó que moderase su dolor y no lo hiciere perpetuo, sino que en la contemplación de una vida consagrada a la virtud encontrase el consuelo de la pérdida de su esposo. Pero Paulina aseguró que también ella estaba decidida a morir y reclamó el brazo del verdugo. Entonces Séneca no se opuso a su gloria; además su amor temíase que quedase expuesta al oprobio una mujer por quien sentía un sin igual afecto: “Yo te había mostrado, dijo, los encantos de la vida; tú prefieres el honor de morir; no me opondré a tal ejemplo; sea igual entre nosotros la constancia de un fin tan generoso, pero en él tú consigues la mayor gloria.” 

Después de estas palabras se cortaron, a un tiempo, las venas de los brazos. Séneca, cuyo cuerpo débil por su ancianidad y delgado por la abstinencia dejaba muy lentamente escapar la sangre, se abrió también las venas de las piernas y rodillas. Fatigado por el dolor, temiendo que su sufrimiento abatiese el valor de su esposa y también por no alterarse al presenciar los tormentos de ella, la persuadió a retirarse a otro aposento. Entonces, echando mano de su elocuencia aún en sus últimos momentos, llamó a sus secretarios y les dictó varias cosas. Como fueron literalmente publicadas, creo superfluo el comentarlas. 

Pero Nerón no tenía resentimiento alguno contra Paulina y, temiendo hacer más odiosa su crueldad, ordenó que se impidiese la muerte de la esposa de Séneca. Por orden de los soldados, sus libertos y esclavos le vendaron las heridas y detuvieron la sangre. No se sabe si ella se dio cuenta de esto pues, como el vulgo se inclina siempre a pensar lo peor, no faltó quienes creyesen que mientras temió la ira de Nerón, deseó la gloría de acompañar a su marido, pero que después, con mejores esperanzas, se dejó vencer por la dulzura de la vida. Solamente vivió algunos años guardando el recuerdo de su marido y mostrando en su rostro y en sus descoloridos miembros que la vida languidecía en ella. 
Viendo Séneca que se prolongaba el dolor de la agonía rogó a Eustacio Anneo, en quien veía un amigo fiel y un hábil médico, que le sacase el veneno que ya tenía preparado (era el que daban los atenienses a los condenados a muerte), y cuando se lo trajeron lo tomó sin que le produjera efecto, pues sus miembros estaban fríos y en su cuerpo no obraba el veneno. Ordenó, a continuación, que le introdujesen en la sala de baños calientes y, rociando con el agua a los presentes, dijo que ofrecía aquella libación a Júpiter libertador. Por fin, entrando en el baño, lo sofocó el vapor. Su cuerpo fue incinerado sin ceremonia alguna. Así lo habían prescrito en su testamento cuando, siendo rico y poderoso, pensaba en sus últimos momentos. 

( Tácito en "La muerte de Séneca")


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EL RAPTO DE LAS SABINAS, PINTURAS DEL ESTADOUNIDENSE CHARLES CHRISTIAN HEINRICH NAHL


El Rapto de las Sabinas es un episodio mitológico que describe el secuestro de mujeres de la tribu de los sabinos por los fundadores de Roma. 

Según la leyenda, en la Roma de los primeros tiempos había muy pocas mujeres. Para solucionar esto, Rómulo, su fundador y primer rey, organizó unas pruebas deportivas en honor del dios Neptuno, a las que invitó a los pueblos vecinos. Acudieron varios de ellos, pero los de una población, la Sabinia, eran especialmente voluntariosos y fueron a Roma con sus mujeres e hijos y precedidos por su rey. 

Comenzó el espectáculo de los juegos y, a una señal, cada romano raptó a una mujer, y luego echaron a los hombres. Los romanos intentaron aplacar a las mujeres convenciéndolas de que sólo lo hicieron porque querían que fuesen sus esposas, y que ellas no podían menos que sentirse orgullosas de pasar a formar parte de un pueblo que había sido elegido por los dioses. Las sabinas pusieron un requisito a la hora de contraer matrimonio: en el hogar, ellas sólo se ocuparían del telar, sin verse obligadas a realizar otros trabajos domésticos, y se erigirían como las que gobernaban en la casa. 

Años más tarde, los sabinos, enfadados por el doble ultraje de traición y de rapto de sus mujeres, atacaron a los romanos, a los que fueron acorralando en el Capitolio. Para lograr penetrar en esta zona, contaron con la traición de una romana, Tarpeya, quien les franqueó la entrada a cambio de aquello que llevasen en los brazos, refiriéndose a los brazaletes. Viendo con desprecio la traición de la romana a su propio pueblo, aceptaron el trato, pero, en lugar de darle joyas, la mataron aplastándola con sus pesados escudos. La zona donde, según la leyenda, tuvo lugar tal asesinato, recibió el nombre de Roca Tarpeya, desde la que se arrojaba a los convictos de traición. 

Cuando se iban a enfrentar en lo que parecía ser la batalla final, las sabinas se interpusieron entre ambos ejércitos combatientes para que dejasen de matarse porque, razonaron, si ganaban los romanos, perdían a sus padres y hermanos, y si ganaban los sabinos, perdían a sus maridos e hijos. Las sabinas lograron hacerlos entrar en razón y finalmente se celebró un banquete para festejar la reconciliación. El rey de Sabinia Tito Tacio y Rómulo formaron una diarquía en Roma hasta la muerte de Tito.








MICÓN Y PERO, PINTURAS DEL HOLANDÉS PETER-PAUL RUBENS


 


Valerio Máximo, en el relato de Cimón (Micón) y Pero nos cuenta:

(...) “Pero alimentó con leche, como si fuera un bebé, a su padre, Micón,que era muy anciano ya y pasaba sus últimos días en la cárcel".

(...) “como este que esperaba su ejecución en una celda de la cárcel, en la que no se le suministraba comida, era alimentado por Pero, su hija, que probablemente tenía un bebe, con la leche de su pecho.”