Era
Calígula de elevada estatura, pálido y grueso; tenía las piernas y el cuello
muy delgados, los ojos hundidos, deprimidas las sienes; la frente ancha y
abultada, escasos cabellos, con la parte superior de la cabeza enteramente
calva y el cuerpo muy velludo… Su rostro era naturalmente horrible y
repugnante, pero él procuraba hacerlo aún más espantoso, estudiando delante del
espejo los gestos con los que podría provocar más terror. No estaba sano de
cuerpo ni de espíritu: atacado de epilepsia desde sus primeros años, no dejó
por ello de mostrar ardor en el trabajo desde la adolescencia, aunque
padeciendo síncopes repentinos que le privaban de fuerza para moverse y estar
de pie, y de los que se recuperaba con dificultad… Le excitaba especialmente el
insomnio, porque nunca conseguía dormir más de tres horas y ni siquiera éstas
con tranquilidad, pues turbábanle extraños sueños en uno de los cuales creía
que le hablaba el mar…
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