Ya hace mucho tiempo que estoy interesada en que pienses en
Terencia como futura esposa, pues no sólo es de origen patricio, sino la
hermana de Fabia, la virgen vestal, que ha augurado toda clase de bendiciones
al matrimonio de su hermana y a su futuro esposo. Terencia posee una dote de cien
mil sestercios, una fortuna que no está mal, aún comparándola con lo que tú
tienes y es dueña de varias casas en Roma, de las cuales obtiene una estimable
renta, así como de una granja cerca de Arpinum. Es muy virtuosa y no se la ha
acusado de ningún escándalo. En todos los sentidos es una esposa muy deseable a
pesar de que ya ha cumplido los veintiún años. Por sus cualidades de ama de
casa merece mi aprobación y su familia es romana de solera, con todas las
virtudes de nuestros antepasados. Es modesta, agradable, y su inteligencia
dejaría satisfecho incluso a ti, Marco. Es muy atractiva y jamás se tiñó el
pelo, que siempre ha conservado con su color castaño natural. Aunque es una de
las mujeres que más entienden de negocios en la ciudad, ha conservado su
aspecto de recato y de gentiles maneras y no tiene una lengua viperina como mi
nuera Pomponia, la hermana de tu querido amigo Ático. Cierto es que ella no
puede alardear de la sublime belleza de su hermana, la virgen vestal, que pudo
haberse buscado esposo entre las mejores familias de Roma; pero la belleza a
menudo atrae las maldiciones de los celosos dioses.
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