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escucha lo que ha soportado Claudio. Cuando su mujer notaba que ya dormía,
atreviéndose a preferir un camastro a su lecho del Palatino, la Augusta ramera
cogía dos capas de noche y abandonaba el palacio con una sola esclava; con los
negros cabellos disimulados bajo una peluca rubia, llegaba al templado lupanar
de raídas colchonetas y entraba en un cuarto vacío y reservado para ella.
Después, con sus pechos protegidos por una red de oro, se prostituía bajo la
engañosa denominación de Licisca y ponía al descubierto el vientre que te dio
la existencia, generoso Británico. Recibe entre zalemas a cuantos entran,
tumbada absorbe los envites de todos y les reclama su paga. Luego, cuando el
alcahuete despacha a sus pupilas, ella se va a regañadientes y es la última en
cerrar el cuarto. Ardiente aún del prurito de su libidinosa vulva, se retira
cansada de hombres, pero no satisfecha, y, repulsiva, con el humo del candil
que le ensucia las mejillas, lleva al lecho imperial el olor del prostíbulo.
:o
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