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sábado, 4 de julio de 2015

CAYO JULIO CÉSAR OBSERVA QUE SU SOBRINO-NIETO OCTAVIO PROMETE CON SUS MUESTRAS DE GRAN COMPETENCIA EN LAS TAREAS ENCOMENDADAS


Aunque se llevaban una diferencia de unos 30 años con su tío-abuelo, una de las tareas de Octavio consistió en acompañar a César en su rápida calesa de una colonia a otra, supervisando el reparto de las tierras a sus legionarios veteranos ya licenciados, asegurándose de que quienes llevaban a cabo el trabajo sabían cómo hacerlo, promulgando los fueros donde se esbozaban las leyes, normas y ordenanzas coloniales, y eligiendo personalmente al primer grupo de ciudadanos que formaría cada consejo de gobierno. El joven Octavio entendió que estaba a prueba: no sólo debía confirmarse su competencia, sino también su estado de salud.




-Espero -dijo a César mientras regresaban de Hispalis- serte de alguna ayuda, tío.


-De una gran ayuda-contestó César, en apariencia un poco sorprendido-. Tienes una gran capacidad para los detalles, Octavio, y disfrutas sinceramente de lo que para muchos son los aspectos más aburridos de este trabajo. Si fueras pasivo, diría que eres un burócrata ideal, pero no eres en absoluto desidioso. En diez años podrás administrar Roma por mí mientras yo me dedico a asuntos que se me dan mejor que la administración de Roma. No me importa redactar las leyes para convertirla en un lugar más funcional y operativo, pero me temo que en realidad lo mío no es quedarme en un mismo sitio durante años, ni siquiera si el sitio es Roma, ésta rige mi corazón pero no mis pies. Pronto deberé de salir a conquistar el Imperio Parto, por dos razones: la amenaza de los partos es inminente, y la necesidad de dinero por parte de Roma es desesperada, y de allí por un lado freno la amenaza parta, y por el otro obtengo el dinero que Roma necesita. 

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