Los
hombres de acción también pueden ser pensadores, pero reflexionan sobre la
marcha, en medio de los acontecimientos, y César, que sentía horror por la
inercia, empleaba todos los momentos de todos los días. Cuando recorría los
cientos o a veces miles de millas desde una de sus provincias a otra, llevaba a
su lado como mínimo a un secretario mientras él viajaba en un carro tirado por
cuatro mulas e iba dictando sin cesar al desventurado. Sólo dejaba de lado el
trabajo cuando estaba con una mujer o escuchaba música; era un apasionado de la
música.
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