Aunque
me doy perfecta cuenta de las obligaciones que me ligan a ti como cliente, Cayo
Mario, soy también gobernador propraetore de una provincia romana y estoy obligado
por mi honor a servir a Roma por encima del deber hacia mi patrón. Tu carta
llegó después de haberse recibido una comunicación oficial del Senado
notificándome que no preste ni a ti ni a los otros fugitivos ninguna clase de
ayuda. Y, además, se me dan órdenes de perseguirte y matarte. Eso no puedo
hacerlo, desde luego; pero debo conminarte a que tu barco abandone aguas
sicilianas.
Personalmente
te deseo lo mejor, y espero que encuentres asilo en algún sitio; aunque dudo
mucho de que lo halles en territorio romano. Te diré que Publio Sulpicio fue apresado
en Laurentum y su cabeza adorna los rostra en Roma. Ruin hazaña. Pero
entenderás mejor mi postura si te digo que quien colocó la cabeza de Sulpicio
en los rostra fue Lucio Cornelio Sila en persona. No, no ordenó ponerla. Lo
hizo él mismo.
( C. McC. )
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