Los
romanos decían que los antiguos griegos consideraban que la soberbia en el
hombre era abominable.
El
hecho de que tener un orgullo tan arrogante lo consideraban como una grave
tentación para los dioses. Entendían que el soberbio pretende colocarse por
encima de los dioses y por encima de los demás. Y, como bien sabían los
romanos, los dioses nunca muestran su condición superior a nadie con una
intervención directa. Consideran que Júpiter Optimus Maximus no habla a los
hombres con voz humana, sino que entienden que los dioses intervienen de modo
natural y castigan con cosas naturales. A muchos les castigan con algo natural:
la enfermedad. Y hasta creen que la gravedad de la misma es claro indicio de
una gran soberbia. Por eso a veces el hombre arrogante, después de lograr
superar una grave enfermedad, se ennoblece y se vuelve más humilde con los
propios dioses.
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