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lunes, 5 de enero de 2015

DISCURSO DEL DICTADOR SILA ANTE EL SENADO PROPUGNANDO UNA NUEVA LEY CONTRA LA TRAICIÓN


Me queda por definir la traición . Hasta que entraron en vigor las nuevas leyes sobre los tribunales, había varias clases de traición, desde el perduellio hasta la maiestas minuta; traiciones grandes, traiciones pequeñas y traiciones medias, aunque todas ellas carecían de auténtica especificidad. A partir de ahora, todas las acusaciones por traición serán juzgadas en el quaestio de maiestate, el tribunal permanente para traición. Las acusaciones de traición, como veréis en breve, se limitarán casi exclusivamente a los que ostenten cargos de gobernador o tengan mando en guerras extranjeras. Si un civil romano comete traición en Roma o Italia, será objeto de un solo proceso que llevará a cabo una asamblea; será juzgado por perduellio por las centurias, que le condenarán a la pena tradicional de crucifixión en un árbol de mal agüero.



Todos éstos que enumero son casos de traición:

-Un gobernador provincial que abandone su provincia.

-Un gobernador militar que permita a sus ejércitos cruzar la frontera provincial.

-Un gobernador provincial que inicie la guerra por su cuenta.

-Un gobernador que invada el territorio de un rey vasallo sin previo consentimiento del Senado.

-Un gobernador que intrigue con un rey vasallo o cualquier poder extranjero para cambiar la situación de un país extranjero.

-Un gobernador que reclute tropas suplementarias sin autorización del Senado.

-Un gobernador que adopte decisiones o publique edictos en su provincia que alteren la situación de la misma sin consentimiento expreso del Senado.

-Un gobernador que no permanezca en su provincia más de treinta días después de la llegada del sucesor nombrado por el Senado.

 


Eso es todo . En el aspecto positivo, señalaré que el que posea imperium seguirá teniéndolo hasta cruzar el límite sagrado de Roma. Siempre ha sido así y lo confirmo. ¡Todo esto está justificado! Se me había privado ilegalmente de mi imperium y mi mando. ¡Y lo que hago ahora es dictar leyes que impidan que nadie prive a otro de su imperium y de su mando! La situación no podrá volver a repetirse, y los que lo hagan serán culpables de traición. No se puede consentir que nadie piense en marchar sobre Roma o cruzar con su ejército la frontera de su provincia en dirección a Roma. Esos tiempos han pasado. Y aquí estoy yo para demostrarlo.

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