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miércoles, 21 de enero de 2015

CARTA DE LA REINA ORADALTIS DE BITINIA ( VIUDA DE NICOMEDES DE BITINIA) A CAYO JULIO CÉSAR


Mi hija ha vuelto al país, César. Estoy segura de que sabrás que Lucio Licinio Lúculo ha llevado con éxito la guerra contra Mitrídates y que ya hace un año que combate en Ponto. Entre las muchas fortalezas del rey, Cabeira tenía fama de ser la más inexpugnable, pero este año la tomó Lúculo y en ella encontró toda clase de cosas horripilantes; las mazmorras estaban llenas de presos políticos y parientes a quienes había torturado o utilizado como víctimas para sus experimentos con venenos. No quiero hablar de cosas tan horribles porque soy muy feliz.

 

Entre las mujeres que Lúculo halló allí estaba Nisa. Llevaba presa casi veinte años y ahora regresa con más de sesenta. Sin embargo, Mitrídates la había tratado bien para lo que él es, pues la tenía en las mismas condiciones que al grupo de esposas secundarias y concubinas que se alojaban en Cabeira. También tenía recluidas a unas hermanas suyas a quienes no quería casar para que no tuvieran hijos, así que mi pobre hija ha vivido bien acompañada de mujeres solas, pues como el rey tiene tantas esposas y concubinas, las de Cabeira han vivido como solteronas durante años. Una colonia de doncellas viejas.


Cuando Lúculo las puso en libertad, fue muy amable con todas y tuvo buen cuidado de que ningún soldado las ultrajase. Según me ha contado Nisa, procedió como Alejandro Magno con la madre, esposas y otros miembros del harén del rey Darío. Creo que Lúculo envió a las mujeres de Ponto a su aliado de Cimeria, el hijo de Mitrídates llamado Macares.

 

A Nisa la dejó con plena libertad en cuanto supo quién era. Pero lo que es más, César, la cargó de oro y obsequios y me la devolvió con una escolta que había jurado honrarla. ¿Puedes imaginarte el placer de esta mujer vieja, que nunca ha sido muy hermosa, viajando por el campo libre como un pájaro?


¡Ah, volver a verla! No sabía nada hasta que la vi cruzar la puerta de mi villa en Rheba, radiante como una jovencita. ¡Cómo se alegró de verme! Se ha hecho realidad mi deseo y he recuperado a mi hija.

 

Y ha llegado a tiempo. Mi querido perro Sila murió de viejo un mes antes de su llegada y estaba desesperada. Los criados no sabían qué hacer para convencerme de que tuviese otro; pero ya sabes como son las cosas. Piensas en las gracias y maravillas del animal querido, el lugar que ha ocupado en tu vida y parece una traición enterrarlo y sustituirlo por otro. No digo que esté mal hacerlo, pero tiene que pasar un tiempo para que el nuevo adquiera personalidad, y mucho me temo que habré muerto antes de que mi nuevo perro tenga arraigadas características propias.


¡Pero ahora no hay que morirse! Nisa lloró al saber de la muerte de su padre, naturalmente, pero las dos vivimos encantadas y con gran armonía; pescamos con caña en el muelle y paseamos por el pueblo para hacer ejercicio. Lúculo nos invitó a vivir en el palacio de Nicomedia, pero hemos decidido quedarnos aquí. Y tenemos un cachorro precioso que se llama Lúculo.


¡Por favor, César, procura hallar tiempo para viajar de nuevo a Oriente! Me gustaría que conocieras a Nisa, y yo te hecho mucho de menos.


( C. McC. )



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