¡Pueblo de Roma, volved a
vuestras casas!. Todo ha terminado y
Roma está a salvo. Y yo, Cayo Mario, me complazco en anunciaros que ayer llegó al
puerto de Ostia una flota con trigo. Hoy, durante toda la jornada, no cesarán
las gabarras de remontar la corriente y mañana habrá trigo a la venta en los
silos estatales del Aventino a un sestercio el modius, precio estipulado en la
ley frumentaria de Lucio Apuleyo Saturnino. Pero como Lucio Apuleyo ha muerto,
la ley no es válida. ¡Soy yo, Cayo Mario, cónsul de Roma, quien os da el trigo!
El precio especial estará vigente hasta que yo abandone el cargo dentro de diecinueve
días. Después, los nuevos magistrados decidirán el precio que deberéis pagar. ¡Ese
sestercio que os cobro es mi regalo de despedida, quirites! Porque os aprecio
he luchado por vosotros y he vencido por vosotros. ¡No lo olvidéis nunca! ¡¡Viva
Roma!!
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