Catón escuchaba, con la mirada fija en el rostro de Bíbulo. El mejor, el que más aguante tenía de todos sus amigos. Un tipo muy pequeño cuyo cabello, cejas y pestañas eran tan plateados que parecía peculiarmente calvo. También los ojos los tenía plateados. De rostro afilado y de mente igualmente afilada. Aunque podía estarle agradecido a César por servir de estímulo para aguzar el filo de la navaja en su mente.
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