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domingo, 27 de julio de 2014

¡AY DE LOS VENCIDOS!


En la foto rapto de sabinas

Las guerras interiores: Afirmación peninsular 

Inmediatamente después de su independencia, Roma no era más que una pequeña ciudad del Lacio, rodeada de vecinos indóciles.



En el año 494 a. de J.C., el dictador Postumio derrotó a los latinos en el lago Regilo, siéndoles impuesta una alianza.

Los etruscos seguían siendo peligrosos, pero los griegos de Cumas y los latinos los habían rechazado por tierra y por mar (con ayuda de Siracusa en el año 474 a. de J.C.) forzándoles a replegarse hacia Toscana. La potencia marítima de los etruscos había sido vencida.



Roma guerreó contra los volscos, en el sur del Lacio, y los equos, que procedían de los Apeninos. Luego acometió contra la fortaleza etrusca de Veyes, a veinte kilómetros de su ciudad.



Después de diez años de sitio, Camilo se apoderó de la plaza (395 a. de J.C.) dando a su patria el dominio de la Etruria Meridional.

Roma había de pasar, sin embargo, por una terrible prueba, la invasión de los galos. Procedentes de Europa Central, los celtas habían ocupado la Galia, Península Ibérica y el sur de Germania.



Alcanzaron su apogeo en la época llamada de "la Tène" (del nombre de una de sus localidades, situada en la orilla del lago Neuchâtel).

Armados de espada, escudo y casco puntiagudo, sometidos a un aristocracia guerrera, y amantes la belleza y el lujo, los celtas, federados en bandas conquistadoras, arrebataron a los etruscos la llanura del Po, y atravesaron los Apeninos y la débil Etruria.



Pronto se encontraron a las puertas de Roma. Espantosos de contemplar, pintados de rojo, encogiendo de terror el corazón de sus enemigos con el grito salvaje que lanzaban antes de atacar, se precipitaron contra las legiones romanas (381 a. de J.C.). Estas huyeron en desorden y la población abandonó la ciudad.

Destruyendo y asesinando a los escasos habitantes que quedaban, los galos dejaron que los más aptos se refugiaran en el Capitolio. Pusieron sitio a la ciudadela y una noche intentaron apoderarse de ella por sorpresa; pero los gansos consagrados a Juno lanzaron tal clamor que los defensores se despertaron y rechazaron el ataque.



Sin embargo, transcurridos siete meses, los romanos tuvieron que pedir la paz. Breno, el jefe de los bárbaros, exigió entonces, para marcharse, una considerable cantidad de oro.


Pero habiendo impuesto, para pesar el metal precioso, una balanza falseada a su favor, colocó su espada sobre el platillo, pronunciando la famosa frase "Vae victis", ¡Ay de los vencidos!


Los invasores galos no seguían en sus conquistas ninguna línea estratégica; cargados de un pesado botín, se retiraban para ir a buscar fortuna a otro lugar, mientras una parte de ellos se establecía en la llanura del Po.


La epopeya céltica continuó en el siglo siguiente, con la invasión de Tracia y Macedonia. Delfos fue saqueada en 279 a. de J.C.


Sus bandas llegaron incluso a devastar el Asia Menor, donde los fieros guerreros de piel blanca, los gálatas, formaron un reino independiente.


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