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sábado, 29 de abril de 2023

PREOCUPACIÓN DE MARCO AURELIO POR SU HEREDERO AL TRONO CÓMODO


 

Cuando Marco Aurelio era ya un anciano, consumido no sólo por la edad sino también por los trabajos y preocupaciones, mientras estaba ocupado en la campaña de Panonia una grave enfermedad se apoderó de él.  

Sospechando que las esperanzas de restablecerse eran escasas y viendo que su hijo estaba en el umbral de la adolescencia, tuvo miedo de que, al encontrarse el ardor de su juventud en la orfandad, con el poder absoluto y sin trabas, rechazara las buenas costumbres y enseñanzas y se entregara a borracheras y desórdenes; pues fácilmente las almas de los jóvenes se deslizan hacia los placeres y se apartan de los honestos hábitos de su educación.

 

Como hombre muy culto que era, le inquietaba sobremanera el recuerdo de quienes habían accedido al poder en su juventud: éste era el caso de Dionisio, el tirano de Sicilia la, que por su total incontinencia iba a la caza de nuevos placeres al más alto precio, y otro ejemplo lo ofrecían los excesos y violencias con sus súbditos de los sucesores de Alejandro, que deshonraron el imperio del macedonio; Ptolomeo, al llegar hasta el extremo de enamorarse de su propia hermana, transgredió las leyes de macedonios y de griegos; Antígono, tomando en todo como modelo a Dionisio, en lugar de la diadema acoplada a la causía  macedonia y  llevaba tirso en vez de cetro. 

Y todavía le entristecía más el recuerdo de hechos ocurridos no mucho antes sino hacía poco; la conducta de Nerón, por ejemplo, que llegó hasta el asesinato de su propia madre y que se ofreció él mismo al pueblo como espectáculo ridículo, y las audacias de Domiciano que nada tenían que envidiar a la más extrema crueldad. Con estos modelos de tiranía en su mente, Marco Aurelio miraba hacia el futuro con temor. 

De forma extraordinaria le turbaban los germanos de la frontera a quienes todavía no había sometido del todo. A unos, a fuerza de persuasión, había sabido ganárselos como aliados, y había vencido a otros por las armas. Pero había algunos que se habían replegado de momento y se habían retirado por temor a la presencia de un emperador como Marco Aurelio. Sospechaba por ello que, despreciando la edad del muchacho, le atacarían. Los bárbaros están siempre dispuestos a ponerse en movimiento fácilmente por cualquier causa.

 

Con su espíritu agitado por tales preocupaciones,  Marco Aurelio convocó sus consejeros y a todos los parientes que estaban con él, y dispuso que su hijo estuviera a su lado. Cuando todos estuvieron reunidos se levantó tranquilamente de su lecho y comenzó a dirigirles estas palabras:

 

No es extraño que vosotros estéis apesadumbrados por el hecho de verme postrado en la cama. Es natural que los hombres compadezcan las desgracias de sus semejantes, y cuando los males se presentan a la vista, provocan una mayor compasión. Pero pienso que en vuestra disposición hacia mí hay algo más que esto, pues mis propios sentimientos respecto a vosotros me permiten esperar justamente un afecto en correspondencia.

 

Ahora se me presenta la ocasión oportuna para darme cuenta de que no os he dedicado en vano esfuerzo y estima durante tanto tiempo, y para vosotros es el momento de demostrar vuestra gratitud probando que no olvidáis los beneficios recibidos. Cuidad ahora de mi hijo, a quien vosotros mismos educasteis. Recién llegado a la edad de la adolescencia y necesitado de buenos pilotos como en medio de un mar tempestuoso; que no se estrelle en los escollos de una vida indigna arrastrado por la falta de experiencia de lo que es su deber.

 

Vosotros que sois muchos sed padres para él en lugar mío que soy uno solo; atendedle y dadle los mejores consejos. Ni la abundancia de dinero es bastante para la insaciabilidad de la tiranía, ni la protección de su guardia es suficiente para proteger al gobernante si no cuenta con el amor de sus súbditos. Y llegan sin peligro al término de su reinado quienes no inspiran en los corazones de los gobernados temor por su crueldad sino deseo por su bondad. 

No son los siervos por necesidad sino los que obedecen por convencimiento quienes viven sin sospechas y libres de toda fingida adulación –tanto por activa como por pasiva-, y nunca se rebelan si no son forzados a ello por violencia o desmesura. Y es difícil guardar mesura y poner límites a las pasiones cuando se tiene el poder en las manos. Aconsejadle pues en este sentido y recordadle lo que ahora está escuchando aquí. De esta forma haréis en vuestro beneficio y en el de todo el mundo un excelente emperador, honraréis mi memoria con la mejor de las gratitudes y sólo así podréis mantenerla viva para siempre.

 

Después de decir esto, le sobrevino a Marco Aurelio una lipotimia y se calló. Cuando se acostó de nuevo absolutamente agotado, la compasión se apoderó de todos los presentes de tal modo que algunos de ellos no pudieron contener los gritos de dolor. Vivió todavía una noche y un día antes de morir, y dejó entre sus contemporáneos la añoranza y a la posteridad el recuerdo perenne de su virtud.

 

Una vez que se extendió la noticia de su muerte, todo el ejército que estaba con él y el pueblo entero fueron presa del mismo dolor y ningún súbdito del imperio romano hubo que recibiera aquel anuncio sin lágrimas. 

Todos a una voz le ensalzaban, unos le llamaban padre bondadoso, otros noble emperador, otros general valeroso y otros finalmente elogiaban la prudencia y rectitud de su gobierno. Y ninguno se engañaba.

 

( Herodiano en “Historia del Imperio Romano después de Marco Aurelio”)


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No es real históricamente lo de este fragmento de la película Gladiador, pero representa ambos emperadores: el padre sabio pero enfermo, y el ambicioso hijo que tiene que heredar el Imperio: 



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