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domingo, 1 de enero de 2023

DISCURSO EN EL SENADO DEL TRIUNVIRO CÉSAR OCTAVIO, TRAS DERROTAR A SEXTO POMPEYO ( A TRAVÉS DE SU LUGARTENIENTE MARCO VIPSANIO AGRIPA)


Honorables cónsules, consulares, pretores, ex pretores, ediles, ex ediles, tribunos de la plebe, ex tribunos de la plebe y senadores, estoy aquí para informar lo que se ha hecho. Lamento no haber podido hacer este informe antes, pero tuve que viajar ineludiblemente a la provincia de África para instalar a Tito Estatilio Tauro como gobernador y para ver por mí mismo el estado de confusión que el ex triunviro Lépido ha creado. Un desaguisado considerable, consistente principalmente en la acumulación de un sorprendente número de legiones que más tarde utilizó en un intento para tomar el gobierno de Roma. Una situación que resolví, como ustedes saben. Pero nunca más a ningún promagistrado de cualquier rango o imperio se le permitirá reclutar, armar y entrenar legiones en su provincia o importar legiones a su provincia sin el expreso consentimiento del Senado y el pueblo de Roma.

 

Muy bien, prosigamos. Mis legiones más antiguas, los veteranos de Mutina y Filipos, serán licenciados y recibirán tierras en África y en Sicilia, esta última todavía más desordenada que África, con una desesperada necesidad de un buen gobierno, una adecuada agricultura y una población próspera. Estos veteranos se acomodarán entre uno o dos centenares de iugera de tierra, que deberán cultivar trigo alternado con legumbres cada cuatro años. Los viejos latifundios de Sicilia serán subdivididos, salvo uno, dado al imperator Marco Agripa. Él actuará como supervisor general de los agricultores veteranos, y de esta manera los aliviará de la carga de vender la cosecha, que él hará en su nombre y pagará justamente. Los representantes de las legiones de estas tropas están satisfechos con mis arreglos, y ansiosos por ser licenciados.

 

Su marcha dejará a Roma con veinticinco buenas legiones, un número de hombres suficientes para enfrentarse con cualquier guerra que Roma se vea obligada a afrontar. Muy pronto servirán en Illyricum, que pretendo someter durante este año, al siguiente o quizá al posterior. Ya es hora de que las gentes de la Galia Cisalpina oriental estén protegidas contra las incursiones de los iapudes, los dálmatas y otras tribus de ilirias, Si mi divino padre hubiese vivido, esto es lo que hubiese hecho. Así que ahora me corresponde a mí, y lo haré en conjunción con Marco Agripa. Porque yo mismo no puedo y no dejaré Roma aunque sea una cuestión de meses. El buen gobierno se hace de primera mano, y la mía es la mano que el Senado y el pueblo de Roma han honrado con la tarea de establecer un buen gobierno.

 

Hemos tenido alborotos y algaradas desde que Sexto Pompeyo comenzó a interferir en el suministro de trigo. El tesoro estaba vacío, la gente moría de hambre, los precios subieron hasta un punto en que nadie sin medios podía vivir como todos los romanos deben vivir: con dignidad y un mínimo de confort. Aquellos que no podían permitirse tener un esclavo se multiplicaron. Los capite censi que no tenían el ingreso de la paga de un soldado estaban en verdaderos apuros y había momentos en que ningún comercio de Roma se atrevía a abrir. ¡No era culpa suya, senadores!. Era culpa nuestra, por no habernos enfrentado a Sexto Pompeyo. No teníamos las flotas ni el dinero para enfrentarnos a él, como todos ustedes bien saben. Tardamos cuatro años en ahorrar para reunir los barcos que necesitábamos, pero el año pasado se hizo, y Marco Agripa barrió a Sexto Pompeyo de los mares para siempre.

 

Me he ocupado de las tropas de tierra de Sexto Pompeyo con la misma dureza que hice con sus marineros y remeros. Aquellos que eran esclavos fueron devueltos a sus amos con la petición de que nunca fuesen liberados. Si sus antiguos amos no pudieron ser encontrados porque Sexto Pompeyo los mató, dichos esclavos fueron empalados. ¡Sí, un verdadero empalamiento!. Una estaca metida a través del recto hasta los órganos vitales. Los libertos y extranjeros fueron azotados y marcados en la frente. Los almirantes han sido ejecutados. El ex triunviro Marco Lépido quería agruparlos en sus legiones, pero Roma no necesita ni tolera a tal escoria. Han muerto o se enfrentan a una vida de esclavitud, como es justo y correcto.

 

Los cónsules romanos, pretores, ediles, cuestores y tribunos de los soldados tienen ciertos deberes que deben cumplir con celo y eficiencia. Los cónsules redactan leyes y autorizan empresas. Los pretores escuchan los pleitos civiles y criminales. Los cuestores tienen a su cargo el dinero de Roma, ya esté en el tesoro o en las oficinas de algún gobernador, puerto u otro. Los ediles atienden a la propia Roma al ocuparse del suministro de agua, de las cloacas, de los mercados, de los edificios y de los templos. Como triunviro a cargo de Roma e Italia, vigilaré atentamente a estos magistrados, y espero que ellos sean buenos magistrados.

 

Aprecio la estatua dorada colocada en el foro que dice que yo he restaurado el orden en mar y tierra, pero aprecio más el buen gobierno. Tampoco es Roma todavía lo bastante rica para permitirse dedicar estatuas de sus ingresos. Gastad con sabiduría, senadores.

 

En último lugar, pero no por ello menos importante, senadores: ha llegado a mis oídos que el imperator Marco Antonio ha obtenido grandes victorias en Oriente, que su frente está coronada con laureles y su botín es inmenso. Entró en las tierras del rey parto hasta Fraaspa, a menos de doscientas millas de Ecbatana, v en todas partes triunfó. Armenia y Media están bajo su pie, y sus reyes son sus vasallos. Por lo tanto, votemos una gracia de veinte días por sus valerosos actos. Todos los que estén de acuerdo que digan sí.


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