Aunque los juegos de gladiadores fueron prohibidos
oficialmente por Constantino el Grande en 325 d. C., siguieron ofreciéndose
hasta 404, cuando Honorio los abolió a raíz de la lapidación a manos de la
multitud indignada de un monje que intentó poner fin a un combate. Los
escritores cristianos se manifestaron también en contra del circo, pero las
carreras de carros continuaron hasta 549 d. C., por lo menos.
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