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viernes, 11 de septiembre de 2020

ENTRENAMIENTO DE LOS LEGIONARIOS


Estaban además los romanos tan persuadidos de la inutilidad del valor sin el requisito de la maestría práctica, que una hueste se apellidaba con la voz que significa ejercicio , y los ejercicios militares eran el objeto incesante y principal de su disciplina. Instruíanse mañana y tarde los bisoños, y ni la edad ni la destreza dispensaban a los veteranos de la repetición diaria de cuanto ya tenían cabalmente aprendido. Labrábanse en los invernaderos tinglados anchurosos para que su tarea importante siguiese, sin menoscabo ni la menor interrupción, en medio de temporales y aguaceros, con el esmerado ahínco de que las armas en aquel remedo fuesen de peso doble de las indispensables en la refriega. No cabe en el intento de esta obra el explayarse en el pormenor de los ejercicios, notando tan sólo que abarcaban cuanto podía robustecer el cuerpo, agilizar los miembros y agraciar los movimientos. Habilitábase colmadamente el soldado en marchar, correr, brincar, nadar, portear cargas enormes, manejar todo género de armas apropiadas al ataque o a la defensa, ya en refriegas desviadas, ya en las inmediatas; en desempeñar varias evoluciones, y moverse al eco de la flauta en la danza pírrica o marcial. Familiarizábase la tropa romana en medio de la paz con los afanes de la guerra; y expresa atinadamente un historiador antiguo que peleara contra ellos que el derramamiento de sangre era la única circunstancia que diferenciaba un campo de batalla de un paraje de ejercicio.



Esmerábanse generales y aun emperadores en realzar estos estudios militares con su presencia y ejemplo, y nos consta que Adriano, al par de Trajano, solía allanarse a ir instruyendo a sus bisoños, galardonar a los sobresalientes, y a veces competir con ellos en primor y brío.




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