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domingo, 23 de agosto de 2020

CÉSAR DICE SOBRE CAYO MARIO



En servicio activo, a despecho de la severidad de su disciplina, era capaz de una cierta indulgencia y comprensión. Sus hombres llegaban a tacharlo de demasiado prudente, lo cual demuestra que sabía reservar sus fuerzas para los momentos decisivos. Era moderado en toda su conducta, despiadado empero con el cobarde y el incompetente, justo y recto con todos y por todos amado. Pero cuando llegó el momento de desempeñar un papel en la vida de la ciudad, su carácter se alteró por completo. Se volvió jactancioso, arrogante, grosero y desagradable aun con sus amigos, tanto como insolente y cruel con sus enemigos. Peor aún, estaba casi siempre bebido y en este estado se ponía de muy triste humor, ensombreciendo las más alegres tertulias; o por el contrario, estando la gente, por alguna buena razón, triste o seria, la molestaba con una alegría chabacana y estruendosa, al igual que el Hércules de Eurípides, inoportunamente alegre durante un funeral.

 

Aunque declaraba despreciar y en verdad despreciaba toda muestra de civilización, ello no le impedía vivir durante largos períodos con lujo y ostentación, en una espléndida villa en el balneario de moda de Baiae. Como era totalmente incapaz de apreciar ninguno de los verdaderos refinamientos (las estatuas, pinturas, pórticos) que compró a precios altísimos, pasaba indolentemente su tiempo entregado a sus insaciables y groseros apetitos; la comida, la bebida y las relaciones sexuales (si puede usarse esta expresión para describir un simple y bestial acoplamiento) con las mujeres más bajas y vulgares. Era extraño, siendo un libertino, que no sintiera interés amatorio por personas de su propio sexo, y, en verdad, consideraba la homosexualidad como decadente y afeminada, así como el estudio de la poesía y la filosofía.

( Warner Rex en "El joven César")


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