Octavio Augusto
poseía una rara belleza. Tenía unos ojos vivos y brillantes. Tenía dientes
pequeños, blancos y desiguales, el cabello ligeramente rizado y algo rubio; las
cejas juntas, las orejas medianas, la nariz aguileña y puntiaguda, la tez entre
morena y blanca, corta estatura.
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