Nunca pensé que me faltarían palabras para
dirigirme a mi ejército, no por haberme adiestrado más para hablar que para
actuar, sino porque al haber vivido la vida de campaña desde la niñez habría
aprendido a comprender el carácter de los soldados. En cuanto a lo que ahora he
de decir, me fallan las ideas y las palabras; ni siquiera sé con qué título
dirigirme a vosotros. ¿Os he a llamar "ciudadanos romanos", a
vosotros que os habéis rebelado contra vuestra patria?. ¿Puedo llamaros
"soldados", cuando habéis renunciado a la autoridad y auspicios de
vuestro general y roto las solemnes obligaciones de vuestro juramento militar?.
En vuestra apariencia, vuestras maneras, vuestras ropas y vuestra actitud
reconozco las de mis compatriotas, pero vuestros actos, vuestra lengua,
vuestros planes, vuestro espíritu y temperamento son los de los enemigos de
vuestra patria.
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