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viernes, 3 de abril de 2020

GILGAMESH O EL DESEO POR LA INMORTALIDAD



Gilgamesh (acadio: 𒄑𒂅𒈦, Gilgameš, /ɡɪl.'ɡa.meʃ/1​ anteriormente 𒄑𒉈𒂵𒈩 Bilgamesh2) o Gilgamés fue un soberano de la ciudad sumeria de Uruk (actual Warqa, en Irak) y un héroe de la mitología mesopotámica. Según la Lista Real Sumeria, Gilgamesh, hijo de la diosa Ninsun y de un sacerdote llamado Lillah, fue gobernante del distrito de Kulab y quinto rey de Uruk. Hacia el año 2750 a. C. sucedió a Lugalbanda, reinó durante 126 años y dejó el trono a su hijo Ur-Nungal, quien gobernó durante 30 años.​ Los primeros estudiosos de la lengua sumeria leyeron su nombre, erróneamente, como Izdubar.

 

Ha alcanzado la fama sobre todo como protagonista del Poema de Gilgamesh, considerada la obra literaria más antigua del mundo.​ En ella se relatan sus hazañas, acompañado por su amigo Enkidu, y su búsqueda de la inmortalidad tras la muerte de este.

 

La leyenda paleo babilónica sobre este rey cuenta que los ciudadanos de Uruk, viéndose oprimidos, pidieron ayuda a los dioses, quienes enviaron a un personaje llamado Enkidu para que luchara contra Gilgamesh y lo venciera. Pero la lucha se torna muy pareja, sin un vencedor claro. Finalmente, Enkidu reconoce a Gilgamesh como rey y los dos luchadores se hacen amigos. Juntos deciden hacer un largo viaje en busca de aventuras, en el que se enfrentan a animales fantásticos y peligrosos.

 

En su ausencia, la diosa Inanna (conocida por los babilonios como Ishtar y más tarde como Astarté) cuida y protege la ciudad. Inanna declara su amor al héroe Gilgamesh, pero este la rechaza, provocando la ira de la diosa, quien en venganza envía al Toro de las tempestades para destruir a los dos personajes y a la ciudad entera. Gilgamesh y Enkidu matan al Toro, pero los dioses se enfurecen por este hecho y castigan a Enkidu con la muerte. Muy apenado por la muerte de su amigo, Gilgamesh recurre a un sabio llamado Utnapishtim (Ziusudra en sumerio, que puede significar 'el de los Días Remotos'), el único humano, junto con su esposa, al que los dioses salvaron del Diluvio Universal y concedieron la inmortalidad. Gilgamesh recurre a él para que le otorgue la vida eterna, pero Utnapishtim le dice que solo en una ocasión se concedió ese don a un humano, y que no volverá a repetirse, lo mismo que el Diluvio.​

 

Finalmente, la esposa de Utnapishtim le pide a su esposo que, como consuelo a su viaje, le diga a Gilgamesh dónde localizar la planta que devuelve la juventud (mas no la vida o juventud eterna). El sabio cede y le revela que la planta está en lo más profundo del mar. Gilgamesh se decide a ir en su búsqueda y efectivamente la encuentra, pero de regreso a Uruk toma un baño, y al dejar la planta a un lado, una serpiente se la roba (basándose en que las serpientes cambian de piel, y que por ello vuelven a la juventud). El héroe retorna a la ciudad de Uruk, cuya magnificencia es descrita al final del poema.

 

Según fuentes periodísticas, en 2001, en un grupo de tablillas procedentes de Irak, el asiriólogo Giovanni Pettinato habría leído un final distinto de la epopeya. Según el mismo, Gilgamesh se suicidó al regresar a Uruk, enterrándose vivo con ochenta miembros de su corte.​

 

La figura de Gilgamesh conserva su vigencia porque el anhelo que lo mueve es universal (escapar de la muerte), y por tanto es universal la lección que recibe: que la inmortalidad es un don exclusivo de los dioses y es locura aspirar a ella. El lector de cualquier época se siente también conmovido por el canto a la amistad sagrada que contiene la obra, que probablemente influyó en la Ilíada de Homero.

 

En la Epopeya de Gilgamesh se dice que este ordena la construcción de las legendarias murallas de Uruk. En tiempos históricos, Sargón I de Acad se jactó de haber destruido esas murallas para demostrar su poderío militar. Muchos estudiosos han señalado que el mito del Diluvio contenido en la Epopeya de Gilgamesh constituye un claro precedente de la historia bíblica del diluvio universal que se narra en el Génesis.

 

Fragmentos de un texto épico encontrados en Me-Turan (hoy Tell Haddad) cuentan que Gilgamesh al final de sus días fue enterrado bajo las aguas del río Éufrates, después de desviar su curso. En abril de 2003, notas periodísticas señalaron que una expedición alemana habría descubierto en las ruinas de Uruk, indicios de este hecho.​

 

A pesar de la falta de evidencia directa, la mayoría de los estudiosos no se oponen a considerar a Gilgamesh como una figura histórica, sobre todo desde que se han encontrado inscripciones que confirman la existencia histórica de otras figuras asociadas a él, como los reyes Enmebaragesi y Aga de Kish. Si Gilgamesh realmente existió, probablemente vivió aproximadamente en el siglo XXVII a. C. Algunos de los textos sumerios más antiguos citan su nombre como Bilgamesh. Dificultades iniciales en la lectura de la escritura cuneiforme hicieron que en 1891 el nombre de Gilgamesh se leyera: Izdubar.​

 

En la mayoría de los textos, el nombre Gilgamesh es precedido por el determinativo para seres divinos (DINGIR). No obstante, no existe evidencia de un culto contemporáneo, y los mitos sumerios de Gilgamesh sugieren que la deificación ocurrió con posterioridad (distinto al caso de los reyes-dioses acadios).

 

El concepto de inmortalidad presente en la epopeya hace referencia a una cualidad divina reservada para los dioses mesopotámicos de aquella época. Según el texto:

"Cuando los dioses crearon a los hombres
decretaron que estaban destinados a morir,
y han conservado la inmortalidad en sus manos." (columna III)

Podemos analizar un punto clave entre la relación de mortales-inmortales y su equivalencia dios-hombre.

 

Por consiguiente, la inmortalidad se forja como con un gran valor en la cultura mesopotámica donde el hombre está en la constante búsqueda de alcanzarla para evitar el sufrimiento que conlleva la muerte y disfrutar de los placeres que se ofrecían en el mundo antiguo. Por consiguiente, se puede encontrar una causa sustentable a obsesión con el alcance de la inmortalidad, según Kramer:

"Se decían los pensadores sumerios que la vida está llena de incertidumbre y que el hombre no puede gozar jamás de una seguridad completa, ya que es incapaz de prever el destino que le ha sido asignado por los dioses, cuyos designios son imprevisibles. Después de la muerte, el hombre no es más que una sombra impotente y errabunda en las lúgubres tinieblas de los Infiernos, donde la "vida" no es más que un miserable reflejo de la vida terrestre. [...] aceptaban como una gran verdad inmediata que el hombre había sido creado por los dioses únicamente para su provecho y placer, y que, por lo tanto, no podía considerarse como un ser libre; para ellos, la muerte era el premio reservado a la criatura humana, ya que solo los dioses eran inmortales, en virtud de una ley trascendental e ineluctable."

 (Kramer, 1962)

 

Por otro lado, a partir de la epopeya se encuentran dos factores claves para alcanzar la inmortalidad, los cuales son: el deseo y el objetivo.

En el deseo, se encuentra la motivación por parte del hombre para conseguir su objetivo a partir de la necesidad de satisfacer sus placeres; el anhelo de poseer lo que se quiere se convierte en un impulso primitivo para el sujeto. En el texto, encontramos que el escriba hace referencia a esta tentación de cumplir su cometido:

"Mira al hombre fuerte que desea la inmortalidad:
el sueño, como un viento furioso, lo ha envuelto". (Columna III)

 

El sentimiento de lograr la inmortalidad es el deseo más grande que tiene Gilgamesh. Por lo tanto, se convierte en su prioridad alcanzarlo. En el objetivo, se hace referencia a la meta impuesta por el individuo para realizar su deseo sin importar los medios o los obstáculos que encuentre en el camino. Esto se evidencia cuando:

En el fondo del agua hay una planta semejante al licio espinoso,
y que pincha, como el rosal, y te hiere las manos;
si tus dedos la cogen, ¡poseerás la inmortalidad!(Columna III)

 

Gilgamesh toma la decisión de ir por la planta a pesar del daño físico que le podría generar esta acción, en ese momento su deseo es muy grande y supera los obstáculos, lo cual lo lleva a cumplir su objetivo. A partir de esto, se puede tomar en cuenta el concepto de inmortalidad para aplicarlo en la sociedad mesopotámica, la cual era considerada por los historiadores como una civilización basada en la religión, donde cada integrante cumplía su función con relación a esta.

 

En contexto, los habitantes de Mesopotamia crearon un estilo de vida alrededor de sus creencias, construyeron grandes templos para adorar a sus dioses y se creía que estas divinidades habitaban allí, los cuales eran atendidos por sacerdotes. La mitología de esta civilización se caracterizaba por idolatrar a un ser superior con poder ilimitado, sabiduría infinita y sobre todo inmortales.

 

Según National Geographic, "Los dioses mesopotámicos tenían la apariencia, las cualidades y los defectos de los hombres, pues habían sido concebidos a semejanza humana. Eran en gran medida un reflejo de la sociedad que los había creado. En otras palabras, se trataba de una trasposición a nivel celestial de lo que ocurría en el mundo terrenal. Los dioses se alimentaban, se peleaban, se amaban, se casaban y tenían familia como cualquier hombre. Pero había una notable diferencia: la muerte les era desconocida" (2001). Por consiguiente, su inmortalidad era una característica de superioridad. Por lo tanto, "los dioses recibían todo tipo de cuidados, pues se les hacía el aseo personal y se les vestía y adornaba con joyas en un alarde de indescriptible ostentación. Incluso se les sacaba a pasear en procesión, generalmente en el marco de la celebración de determinadas festividades religiosas, la más importante de las cuales era la del año nuevo" (Bottero,2001).

 

En síntesis, el desarrollo del concepto de inmortalidad en las antiguas ciudades mesopotámicas se puede conocer gracias a la epopeya de Gilgamesh, la cual fue escrita aproximadamente en el 2500 a.c y es el primer texto que nos da información detallada sobre uno de los reyes más influyentes en la historia de Uruk, el cual, gracias a sus travesías emprende un último viaje en busca de la inmortalidad. Se puede observar que esta búsqueda se emprende debido a una fuerte motivación por la muerte de Enkidu. En la epopeya se relata brevemente que los dioses poseen esta apreciada virtud desde la creación, la cual esta exclusivamente reservada para ellos. Para concluir, se puede tomar el concepto de inmortalidad y apreciarlo como un producto derivado de la religión, la cual se considera sagrada, debido a sus atributos divinos y es fundamental para la estructuración de la civilización mesopotámica. Además, la inmortalidad es considerada como una de las máximas virtudes que puede alcanzar el hombre antiguo debido a su relación directa e íntima con los dioses.


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