Cierto día que se hallaba allí actuando como juez y
que se anuncio que había llegado de Asia un filosofo llamado Máximo, Juliano se
levanto de forma nada apropiada y, olvidando quien era, tras recorrer a la
carrera la larga distancia que le separaba de el... le beso ... Con ello daba
la sensación de buscar con ansia una gloria vana. Sin duda, olvidaba las
palabras de Cicerón, en las que, criticando este comportamiento, decía:
"Los propios filósofos ponen su nombre en los libros que escriben para
despreciar la gloria, de manera que quieren que se hable de ellos y se les
cite, a la vez que dicen despreciar la fama y el honor".
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