Avanzando
con el gran escudo rectangular en el brazo izquierdo, la espada no debe de
desenvainarse hasta el último momento antes de atacar al enemigo porque no
puedes mirar el terreno, avances al paso o corras, y si la llevas desenvainada
en la mano derecha y caes en un hoyo o tropiezas con una piedra, puedes herirte
tú mismo.
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