Deseamos que todos los pueblos
gobernados por la guía de nuestra clemencia estén versados en esa religión que
es evidente que es la que el divino. Divino en el sentido de santo. Ordenamos que
las personas que sigan esta norma lleven el nombre de cristianos católicos. El
resto, sin embargo, a quienes consideramos dementes y locos, continuarán soportando
la infamia de los dogmas heréticos.
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