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sábado, 4 de mayo de 2019

EFRÉN DE EDESA, EL ARPA DEL ESPÍRITU



Efrén (o Efraín) de Siria, también conocido como Efraín de Nísibe o Nisibi, (Nísibis, 306-Edesa, 373) fue un diácono, escritor, músico, santo, Padre de la Iglesia y Doctor de la Iglesia (proclamado por Benedicto XV en 1920) sirio del siglo IV. Ya en su tiempo fue conocido como «el Místico», con el apelativo de «El arpa del Espíritu».

 

Nació en Nísibis, la actual Nusaybin en Turquía, entonces en la provincia romana de Mesopotamia, en 306. ​ Desde joven quedó marcado por la vida intolerante de su padre, que era un tenaz pagano. Efrén, hostigado por su padre por haber abrazado el cristianismo, huyó de casa para evitar malos tratos y acudió a su obispo, quien lo acogió. El obispo Jacobo de Nísibe logró su plena formación y conversión (324). Más tarde, Jacobo lo ordenó diácono y, a pesar de la su insistencia para ordenarse como presbítero, Efrén siempre renunció porque no se veía digno.

 

Fundó una escuela de teología en Nesaybin que se distinguió por su alto grado de preparación y por el esplendor de sus alumnos. Cuando la escuela estaba en su apogeo, llegó una invasión persa y los sasánidas se apoderaron de su región natal. Efrén cruzó la frontera y fundó la escuela en Edesa dentro del Imperio romano. Aquí se convirtió en el gran defensor de la doctrina cristológica y trinitaria en la Iglesia siria de Antioquía. Escribió mucho: hizo el comentario de toda la Biblia, compuso poemas que sustituyeron a los cantos empleados en las fiestas populares de los paganos. La Iglesia antioquena se unió a él, y sus himnos fueron el inicio de la práctica del canto en la liturgia cristiana.

 

Es uno de los poetas más grandes en lengua siria. Vivía con absoluta austeridad.

 

No se debe confundir al personaje real con la leyenda surgida a principios del siglo XVII que le menciona como primer obispo de Astorga: por estas fechas el padre Jerónimo Román de la Higuera compuso un falso Chronicón atribuido falazmente a Flavio Lucio Dextro en el que señalaba a Efrén como obispo de Astorga en el siglo I​ dando crédito a éste, varios escritores​ y religiosos astorganos​ contemporáneos contribuyeron sin saberlo a difundir la mentira, y aunque posteriormente quedó demostrada la falsedad del episodio e identificado su origen,​ todavía hubo autores que lo repitieron hasta bien entrado el siglo XIX.


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