La actitud de un esclavo estaba
delimitada por sus posibilidades. Sus objetivos iban desde gestionar su
situación actual ante el señor, hasta fugarse; desarrollaba estrechos vínculos
con otros esclavos hasta el punto de formar una familia, y temía el trastorno
que suponía ser vendido; anhelaba una libertad que podía acabar por obtener. La
esclavitud lo privaba de la autodeterminación, pero no de la propia identidad.
Seguía siendo un ser humano que pensaba, sentía y actuaba, y sobrellevaba la
esclavitud lo mejor posible.
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