Odiaba a los enanos, tullidos y
deformes; decía que traían mala suerte y que debían ser mantenidos fuera de la
vista. Y en verdad yo debo de haber sido un desdichado espantajo, una deshonra
para un padre tan vigoroso y magnífico y para una madre tan majestuosa como los
que tuve. Augusto era un hombre bien parecido, si bien de estatura un tanto
reducida, de rizados cabellos rubios que sólo encanecieron muy avanzada su
vida, de ojos brillantes, cara alegre y un carácter gracioso y altivo.
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