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miércoles, 24 de octubre de 2018

LAS VESTALES Y LOS TESTAMENTOS DE LOS ROMANOS



El  pontífice máximo estaba autorizado a vivir en el edificio público más parecido a un palacio que tenía Roma: la Domus Publica..
Mejorado y ampliado primero por Ahenobarbo y luego por César (ambos los más destacados pontífices máximos), era una enorme residencia ubicada en el centro mismo del Foro y presentaba una peculiar dicotomía: en un lado vivían las seis Vírgenes Vestales, en el otro el pontífice máximo.
 
Uno de los deberes del sumo sacerdote de Roma era supervisar las Vestales, que no llevaban una vida de claustro, pero cuyos hímenes intactos representaban el bienestar público de Roma, o de hecho la suerte de Roma.
 
Investidas a los seis o siete años de edad,  las vestales servían durante treinta años y luego quedaban en libertad para reintegrarse a la comunidad e incluso casarse si así lo deseaban.
 
Sus deberes religiosos no eran grandes, pero también tenían bajo su custodia los testamentos de los ciudadanos romanos, lo cual implicaba que como mínimo en la Domus Pública guardaban alrededor de tres millones de documentos, todos minuciosamente archivados, numerados y clasificados, ya que incluso los ciudadanos romanos más pobres tendían a hacer testamento y a dejarlo en manos de las Vestales fuera cual fuera su lugar de residencia.
 
 En cuanto una Vestal cogía el testamento de alguien se sabía que era sacrosanto, que nadie lo leería hasta que se presentara una prueba de la muerte del testador y  apareciera la persona indicada para autentificarlo.


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