Capitanear
las tropas es un don especial de los dioses, pródigamente otorgado a hombres
como Cayo Mario y César, que observan una situación y parecen comprender en un
instante cuáles son los puntos débiles del enemigo, cómo les afectará el
terreno, y dónde es más probable que flaqueen las tropas propias. Y la victoria
la reforzan los buenos legados y buenos centuriones, que son los que
previamente se han garantizado tener bien entrenados a los legionarios.
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