Páginas

Páginas

lunes, 10 de septiembre de 2018

CÉSAR DICE SOBRE LOS ANIMALES SAGRADOS DE EGIPTO


No es extraño que esta gente vea a sus dioses en parte como humanos y en parte como animales, ya que el Nilo es un mundo propio, y los animales están perfectamente integrados en el ciclo humano.

 

 El cocodrilo, el hipopótamo y el chacal son bestias temibles: el cocodrilo acecha para atacar a un pescador imprudente, un perro o un niño; el hipopótamo sale a la orilla y destruye los cultivos con su bocaza y sus enormes patas; el chacal entra furtivamente en las casas y se lleva niños recién nacidos y gatos. Por tanto Sobek, Taueret y Anubis son dioses malvados.

 

En tanto que Basted el gato come ratas y ratones; Orus el halcón hace lo mismo, Thoh el Ibis come plagas de insectos; Hathor la vaca proporciona carne, leche y trabajo; Cnum el carnero fecunda a las ovejas que dan carne, leche y lana.

 

 Para los egipcios, arrinconados en su estrecho valle y mantenidos sólo por su río, los dioses deben ser tanto animales como humanos. Aquí comprenden que el hombre es también un animal.

 

Y Amón-Ra, el sol, brilla todos los días del año; para nosotros, la luna significa lluvia o el ciclo de las mujeres o cambios de humor, mientras que para ellos, la luna forma parte de Nut, el cielo nocturno del que nació la tierra.

 

Para nosotros los romanos, los dioses son fuerzas que crean caminos que comunican dos universos distintos; ellos los egipcios en cambio no viven en esa clase de mundo. Aquí reinan el sol, el cielo, el río, lo humano y lo animal. Una cosmología sin conceptos abstractos.

 
Muchos de los animales que se ven en Egipto son sagrados, a veces los veneran en una sola población, a veces en todas partes. En mi viaje en el Filopator del Nilo, el barco de recreo de Cleopatra, en una de las poblaciones costeras observé la visión de Suchis, un gigantesco cocodrilo sagrado viviente, al que los sacerdotes del templo nutrían a la fuerza con pasteles de miel, carne asada y vino dulce, que provocó mis carcajadas.

 

 La criatura de diez metros de largo estaba tan harta de comida, que en vano intentaba escapar de los sacerdotes que la alimentaban; éstos le abrían las fauces y le embutían más comida por la garganta mientras la bestia gemía.

 

También vi al buey Buchis, al buey Apis, a sus madres, vi los templos en que llevaban sus regaladas vidas. Los bueyes sagrados, sus madres, los ibis y los gatos eran momificados al morir, y puestos a descansar en vastos túneles y cámaras subterráneos.

 

 A mí los gatos y los ibis me parecían extrañamente tristes, centenares de miles de pequeñas figuras envueltas en ámbar, secas como el papel, rígidas, inmóviles, cuyos espíritus vagaban en el reino de los muertos.








1 comentario:

  1. Que interesantes los comentarios de Cesar ja ja como veía el al mundo de los egipcios y a sus dioses

    ResponderEliminar