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domingo, 15 de julio de 2018

SITUACIÓN DE ROMA EN ÉPOCA DE TIBERIO GRACO




En lo que para mi no cabe duda es en que Tiberio no se habría visto en las adversidades que le sobrevinieron, si a sus operaciones de gobierno hubiera estado presente Escipión el Africano; pero ahora, cuando este se hallaba ya en España, ocupado en la guerra de Numancia, fue cuando se dedico a promover el establecimiento de nuevas leyes con la ocasión siguiente.


Los romanos, de todas las tierras que por la guerra ocuparon a los enemigos comarcanos, vendieron una parte, y declarando publica la otra, la arrendaron a los ciudadanos pobres y menesterosos por una moderada pensión, que debían pagar al Erario. Empezaron los ricos a subir las pensiones; y como fuesen dejando sin tierras a los pobres, se promulgo una ley que no permitía cultivar mas de quinientas yugadas de tierra. Por algún tiempo contuvo esta ley la codicia, y sirvió de amparo a los pobres para permanecer en sus arrendamientos y mantenerse en la suerte que cada uno tuvo desde el principio; pero mas adelante los vecinos ricos empezaron a hacer que bajo nombres supuestos se les traspasaran los arriendos, y aun después lo ejecutaron abiertamente por si mismos; con lo que, desposeídos los pobres, ni se prestaban de buena voluntad a servir en los ejércitos, ni cuidaban de la crianza de los hijos, y se estaba en riesgo de que toda Italia se quedara desierta de población libre y se llenara de calabozos de esclavos, como los de los bárbaros, porque con ellos labraban las tierras los ricos, excluidos los ciudadanos. Intento poner en esto algún remedio Cayo Lelio, el amigo de Escipión, pero encontró grande oposición en los poderosos; y porque, temiendo una sedición, desistió de su empresa, mereció el sobrenombre de sabio o prudente, que es lo que significa a un tiempo la voz sapiens. Mas nombrado Tiberio tribuno de la plebe, al punto tomo por su cuenta este negocio, incitado, según dicen los mas, por el orador Diofanes y el filosofo Blosio. Era Diofanes un desterrado de Mitilene, y Blosio de alli mismo, natural de Cumas, en Italia ; al cual, habiendo sido en Roma discípulo de Antipatro Tarsense, dedico a este sus tratados de filosofía. Algunos dan también algo de culpa a su madre Cornelia, que les echaba en cara muchas veces el que los romanos le decían siempre la suegra de Escipión, y nunca la madre de los Gracos. Mas otros dicen haber sido la causa un Espurio Poslumio, de la misma edad de Tiberio y que competía con el en las defensas de las causas : porque como al volver del ejercito lo encontrase muy adelantado en gloria y gozando de grande fama, quiso, a lo que parece, sobreponersele, haciéndose autor de una providencia arriesgada y que ponía a todos en gran expectación; pero su hermano Cayo dijo en un escrito que, al hacer Tiberio su viaje a España por la Toscana, viendo la despoblación del país, y que los labradores y pastores eran esclavos advenedizos y bárbaros, entonces concibió ya la primera idea de una providencia que fue para ellos el manantial de infinitos males. Tuvo también gran parte el pueblo mismo, acalorando y dando impulso a su ambición con excitarle por medio de carteles, que aparecían fijados en los pórticos, en las murallas y en los sepulcros, a que restituyera a los pobres las tierras del publico.

 

Mas no dicto por si solo la ley, sino que tomo consejo de los ciudadanos mas distinguidos en autoridad y en virtud, entre ellos de Craso el Pontífice máximo, de Mucio Escevola el Jurisconsulto, que era cónsul en aquel año, y de Apio Claudio, su suegro. Parece además que no pudo haberse escrito una ley mas benigna y humana contra semejante iniquidad y codicia; pues cuando parecía justo que los culpados pagaran la pena de la desobediencia, y sobre ella sufrieran la de perder las tierras que disfrutaban contra las leyes, solo disponía que, percibiendo el precio de lo mismo que injustamente poseían, dieran entrada a los ciudadanos indigentes. Aunque el remedio era tan suave, el pueblo se daba por contento, y pasaba por lo sucedido como para en adelante no se le agraviara; pero los ricos y acumuladores de posesiones, mirando por codicia con encono a la ley, y por ira y temor a su autor, trataban de seducir al pueblo, haciéndole creer que Tiberio quería introducir el repartimiento de tierras con la mira de mudar el gobierno y de trastornarlo todo. Mas nada consiguieron ; porque Tiberio, empleando su elocuencia en una causa la mas honesta y justa, siendo así que era capaz de exornar oirás menos recomendables, se mostró terrible e invicto cuando, rodeando el pueblo la tribuna, puesto en pie, dijo, hablando de los pobres: "Las fieras que discurren por los bosques de Italia tienen cada una sus guaridas y sus cuevas; los que pelean y mueren por Italia solo participan del aire y de la luz, y de ninguna otra cosa mas, sino que, sin techo y sin casas, andan errantes con sus hijos y sus mujeres; no dicen verdad sus caudillos cuando en las batallas exhortan a los soldados a combatir contra los enemigos por sus aras y sus sepulcros, porque de un gran numero de romanos ninguno tiene, ara, patria ni sepulcro de sus mayores; sino que por el regalo y la riqueza ajena pelean y mueren, y cuando se dice que son señores de toda la tierra, ni siquiera un terrón tienen propio".

 

Estas expresiones, nacidas de un animo elevado y de un sentimiento verdadero, corrieron por el pueblo, y lo entusiasmaron y movieron de manera que no se atrevió a chistar ninguno de los contrarios. Dejándose, pues, de contradecir, acudieron a Marco Octavio, uno de los tribunos de la plebe, joven grave y modesto en sus costumbres, y amigo intimo de Tiberio; "así es que al principio, por respeto a él, había cedido; pero, por fin, siendo rogado e instado de muchos y de los mas principales, como por fuerza se opuso a Tiberio y desecho la ley. Entre los tribunos prevalece el que se opone, porque nada hacen todos los demás con que uno solo repugne. Irritado con esto Tiberio, retiro aquella ley tan humana, y propuso otra más acepta a la muchedumbre y mas dura contra los transgresores, mandándoles ya dejar las tierras que poseían contra las anteriores leyes. Eran, por tanto, continuas las contiendas que tenia con Octavio en la tribuna; en las que, sin embargo de que se contradecían con el mayor ardor y empeño, se refiere no haber dicho uno contra otro expresión ninguna ofensiva ni haber prorrumpido en el calor de la ira en ninguna palabra que pudiera parecer menos decorosa; y es que, según parece, no solo en los banquetes, sino también en las contiendas y en las rencillas, el estar dotados de buena índole y haber sido educados con esmero sirve siempre de freno y ornamento a la razón. Y aun habiendo advertido que Octavio era uno de los transgresores de la ley, por estar en posesión de muchas tierras del publico, le rogaba Tiberio que desistiera del empeño, prometiendo pagarle el precio de ellas de su propio caudal, a pesar de que no era de los mas floridos. No habiendo Octavio escuchado la proposición, mando por un edicto que cesaran todas las demás magistraturas en sus funciones hasta que se votara la ley", y puso sellos en el templo de Saturno para que los cuestores ni introdujeran ni extrajeran nada, publicando penas contra los pretores que contraviniesen; de manera que todos concibieron miedo, y dieron, de mano a sus respectivos negocios. Desde aquel punto los poseedores de tierras mudaron de vestiduras, y en actitud abatida y miserable se presentaron en la plaza; pero ocultamente armaban asechanzas a Tiberio, y aun habían llegado a tener pagados asesinos; tanto, que él, a ciencia de todos, llevaba siempre en la cinta un puñal de los usados por los piratas, al que llaman dolon.


( Plutarco )

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